27 julio, 2008

Ponderación



Mi amigo J.A., lector aplicado de
El País, me llama para señalarme un olvido. Ayer, al destacar la tribuna de Suso de Toro contra el Manifiesto por la Lengua Común, debí hacerme eco igualmente del artículo de Antonio Elorza, en el que criticaba falta de calidad argumental en las intervenciones de los detractores. Con estas palabras:
"La violencia de la respuesta catalanista al manifiesto de Savater anuncia días difíciles para ese otro ámbito de convivencia. No ha existido debate sobre el manifiesto, sino bombardeo de saturación, desde la diatriba chocarrera de Gonzalo Pontón, en la línea del Jaume el Conqueridor de Serafí Pitarra, pero sin la gracia del álbum de La Trinca, a la erudita del conseller Maragall, entre la cita orteguiana y la socorrida invocación del antepasado (¡Escolta Espanya!). Sin responder a las preguntas de qué catástrofes sobrevendrían si los castellanohablantes pudieran escolarizarse allí en español (más la enseñanza del catalán), recibir las tres horas de castellano en otro caso y no recibir multas por rotular en el idioma oficial de España."
Tenía razón mi amigo, sobre todo si tenemos en cuenta que ayer fue el primer día en que la opinión publicada en el diario contiene una intervención a favor y una en contra del citado Manifiesto. Savater ya se refería a ello el 11 de julio:
"Como el mío va a ser uno de los pocos artículos que se publiquen en este periódico a favor del Manifiesto por la Lengua Común, permítanme que empiece con algo de melancolía."
El País ha publicado hasta la fecha doce tribunas sobre el asunto: dos a favor (Savater y Félix de Azúa) y diez en contra. De las diez en contra, solamente una, la de Ignacio Sánchez-Cuenca, hablaba del contenido del manifiesto en su tribuna, "¿Qué derechos lingüísticos?", al cuestionar el derecho de los ciudadanos a ser educados en su lengua materna, ignorando, de paso, que ese derecho todavía tiene una ley del Parlamento de Cataluña que lo ampara, la Ley de Política Lingüística 1/1998, de 7 de enero. Repitámoslo. Artículo 21.2:
"Los niños tienen derecho a recibir la primera enseñanza en su lengua habitual, ya sea ésta el catalán o el castellano. La Administración ha de garantizar este derecho y poner los medios necesarios para hacerlo efectivo. Los padres o tutores lo pueden ejercer en nombre de sus hijos instando a que se aplique."
No hay razón para suponer que un medio tenga que tener una posición equidistante ante cualquier asunto: los planes de Ibarretxe, el cambio climático, la pena de muerte, etc. El Mundo, sin ir más lejos, ha tomado partido inequívocamente en favor del manifiesto desde el día de su presentación. Pero no deja de ser curioso que un periódico que hace poco más de un año ha llevado a su cabecera la leyenda: "El periódico global en español" (Advertencia: el presidente del Gobierno, la vicepresidenta primera, la ministra de Educación, el vicesecretario general del PSOE y los diez firmantes de las tribunas contrarias al manifiesto, no deberían confundir el citado lema con "el periódico global del español").

Por lo demás, la fiesta de la demagogia continuaba ayer en el Congreso del PSG, con Touriño y Blanco como no se les había visto desde los incendios de 2006. Así lo contaba El Mundo:
"Emilio Pérez Touriño, también lamentó que el líder de los populares gallegos, Alberto Núñez Feijóo, «calle como un muerto» cuando «circulan manifiestos» contra la lengua gallega.

Blanco, que intercaló en su intervención el gallego y el castellano, sostuvo que desde que Galicia existe, los ciudadanos han hablado en su lengua como «algo que forma parte de nuestra piel» [Es justamente al revés, Pepe, es la piel la que forma parte de nuesrta lengua] y la han usado «con total naturalidad». «Pero ahora parece que algunos quieren que hablar una lengua o la otra signifique algo más», dijo, y crear un problema «donde nunca lo ha habido», al pretender que la «diversidad lingüística y cultural, una de las más valiosas riquezas de España, sea una fuente de recelos y conflictos». «Son los separadores de siempre. Nos separaron por nuestro origen social: los ricos, a un lado, los pobres, al otro», añadió."