30 julio, 2008

La época y el momento



El presidente del Gobierno recibió ayer a los componentes del equipo olímpico español. Zapatero les dio ánimos, como era su obligación y les pronosticó triunfos a manta. Esto ya es una característica personal, forma parte de ese optimismo sin ton ni son, con el que el presidente del Gobierno cree que puede modificar la realidad, puesto que la bautizó como quiso.

Parece que después de haber acuñado una metáfora tan notable y deportiva como "España está en la 'Champions' de la Economía", lo suyo hubiera sido emplear el símil económico para expresar sus esperanzas deportivas, un suponer: "España está en el G-8 del Deporte". Habría sido una contraposición adecuada y proporcional.

Últimamente, sin embargo, las preocupaciones intelectuales del presidente tienen una (cuarta) dimensión temporal. Sobrepasado el relativismo, ha llegado a la relatividad,. Si la semana pasada acuñaba una frase de mármol, "somos un país fuerte en empleo por nuestra persectiva histórica", en la que el nivel de empleo trascendía la coyuntura macroeconómica para convertirse en devenir histórico, en ésta lo borda:
"España está en el momento de la edad de oro del deporte"
Sólo Roberto Cantoral había llegado tan lejos:
Detén el tiempo en tus manos,
haz esta noche perpetua,
para que nunca se vaya de mí,
para que nunca amanezca.
¿Oxímoron? No, el presidente ha llegado por sí mismo a la unidad de los contrarios, la síntesis marxista.

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Capítulo de agradecimientos

El problema, cada vez más grave, es que el lenguaje recto lleva camino de convertirse en obligación escatológica. Literalmente en bullshit, que es, literalmente, mierda de toro, o caca de la vaca, como la bautizara Santiago González; y metafóricamente, palabrería. Es decir, un discurso desprovisto de forma, puramente cagado, y que Dios me perdone. A la desaparición de la ironía, incluso de la ironía más naïf, meramente publicitaria, están contribuyendo, en primer lugar los políticos y su timorata necesidad de ponerse delante de la opinión, antes que de encabezarla. También las llamadas minorías.
(Arcadi Espada, en su columna de hoy en El Mundo)

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