Cena de la Argos
Como diría mi amigo Patxo Unzueta en una tesitura como ésta: “voy a hacer una declaración” y lamento que lo primero en ella vaya a ser contradecir a nuestra querida Catalina, que en su correo de confirmación de asistencia, me advertía: “no se te ocurra decir ‘gracias por venir’”. Sin embargo, no puedo decir otra cosa sin decir ésta con carácter previo.
El precedenta de esta cena no es otro que las que se empezaron a organizar en Bilbao al año siguente de la aparición del blog. Gorkataplines, que estuvo en la inspiración de aquellas, me había insistido: “Tienes que venir un día a Madrid para hacer una con los de aquí”. Pensé que era justo, que la bancada de Madrid, tan pundonorosa al empuñar el remo, merecía una visita ex profeso. Y aquí estamos.
Pero es inevitable estar agradecido cuando algo que uno puso en marcha hace tres años y medio, además de desplegar tanta energía intelectual y tanto humor, es capaz de movilizar también a tanta buena gente, que ha empleado el fin de semana en venir a una cena de la Argos. Esto no quita para que haya otros motivos. ¿A qué se va a Sanlúcar? A por atún y a ver al duque, claro. Análogamente, uno, que no Don Uno, comprende que el personal de provincias haya aprovechado el pretexto para darse un baño de cosmopolitismo y soltar el pelo de la dehesa y el polvo del camino, dicho sea sin ánimo de señalar, naturalmente. En consecuencia me emociona un poco considerar que además de los autóctonos, hayáis venido hoy, desafiando el temporal, desde Galicia (en el peor sentido de la palabra) y desde Baleares, pasando por la bulliciosa representación de los vascos.
En el origen de este blog hay una causa importante, aunque no es la única. En mi vida de columnista yo había deseado muchas veces sentir con inmediatez algo que sólo conocía de manera genérica y en el largo plazo: el eco de las columnas entre los lectores. Yo me había valido del instinto y no debía de equivocarme gravemente, puesto que he sobrevivido en este oficio. Con perdón de los remeros –y las remeras, claro- que habéis estado en la primera cena, voy a contar un poco la historia de este blog, su génesis y algunas circunstancias de su nacimiento.
Yo escribía un artículo quincenal en la página web del movimiento cívico ¡Basta Ya! Estábamos en lo que se dio en llamar ‘El proceso de paz’ y el día 30 de mayo de 2006 tuvo lugar en el Congreso el debate sobre el Estado de la Nación.
El jefe de la oposición atendió al requerimiento de no usar como argumento el terrorismo y pasó sobre el asunto dedicando al tema menos de dos minutos. Esa misma noche, el secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, en una entrevista en Radio Euskadi anunció su intención de establecer conversaciones con los dirigentes de la ilegalizada Batasuna.
Escribí entonces el artículo más simple de mi vida: una descripción tan escueta de los hechos como la que acabo de hacer y una relación de las frases que el propio Patxi López, el presidente del Gobierno, la vicepresidenta primera, el ministro del Interior, varios diputados socialistas, el presidente del Senado y un largo etcétera habían pronunciado en los dos últimos años, negando toda posibilidad de dialogar con Batasuna en tanto que organización ilegal y “hasta que no entren en la legalidad”.
Las citas textuales, acompañadas de la fecha y del link que permitía comprobar la veracidad de la cita, tuvieron bastante impacto. Alfonso Rojo lo reprodujo en Periodista Digital y me propuso abrirme un blog en el diario.
Yo entonces no sabía si esto de ser blogmaster era un oficio complicado y no me sonó mal que alguien me resolviera las dificultades técnicas, pero unos días más tarde compartiendo unas jornadas asturianas con mi amigo Arcadi Espada, el conté el lance y le pedí su parecer.
Él me explicó que abrir un blog era muy sencillo y gratis y me recomendó abrirlo en solitario, con puertas a la calle. “Si al cabo de un mes no tienes cien visitantes diarios y, al menos, diez comentarios, más vale que lo dejes, porque no merece la pena”.
Y así fue como escribí mi primer comentario en San Fermín de 2006. Como un padre primerizo me asomaba cada diez minutos para ver si la critura respiraba. Pasaron las horas y el resultado era constante: 0 Comentarios.
Al día siguiente, lo mismo. Y al siguiente y al siguiente. El día 11 entró un marciano que decía sencillamente: “What a nice blog!” y luego, la dirección de otra bitácora, quizá para que yo correspondiera al piropo. No es que estuviera mal, pero puestos en ésas, uno esperaba que se recreara en los detalles.
Pensé que había llegado el momento de hacer algo, así que envié un correo en plan broadcasting a todos mis contactos con el texto de un anuncio que mi amigo Roberto Velasco había leído en un periódico de Buenos Aires y que decía así:
“La señora de Pérez y sus hijas/ notifican al público y al clero/ que han abierto un taller de chupar pijas/ en la calle Santiago del Estero.”
A continuación añadí: “Yo, que conozco mis limitaciones, me he conformado con abrir un blog”.
Al día siguiente entraron 12 comentarios. La primera fue Julia. El segundo, aquí presente, Gorkataplines. Y así empezó todo, partiendo de la nada y escalando las más altas cimas de la miseria, como dijo Groucho.
Os estoy agradecido también porque esta experiencia ha llenado todas mis expectativas, menos las económicas, aunque tal vez el blog no sea ajeno a una mayor visibilidad de este pobre columnista de provincias, por decirlo con palabra muy de la neoparla, visibilidad. En todo caso, está bien que así sea: ya me pagan por mis columnas en El Mundo y eso me permite dedicar tiempo al blog por devoción, como vosotros mismos. Esto, al mismo tiempo, me evita caer en la maldición del ginecólogo: trabajar donde el resto de los hombres se divierte.
Pocas cosas más, queridos y queridas, salvo invocar a los dos santos (a la par que laicos) patrones de esta nave: Salustiano de Orive y un tal Jado. El primero, inventor del Licor del Polo y notable agitador de su época, que en la cláusula prrimeera de su testamento dejó escrito: "No creo en Dios ni en el Licor del Polo". El segundo, un aventurero bilbaíno que, pasenado un día por los muelles se encontró con un amigo capitá de barco, que hacía preparativos para zarpar. "¿Adónde vas?" "A Chile. ¿Quieres venir?" "Es que no he dicho nada en casa""Pues manda recado con uno de aquí" y ni corto ni perezoso sedirigió a un mozo y le dijo: "Chaval, acércate a mi casa y dile a mi mujer que no me esperen a cenar".
Creo que de ambos podemos extraer un patrón de conducta muy aprovechable, una actitud que se me antoja ejemplar para esta modesta tarea de analizar entre bromas y veras la actualidad, el pan nuestro de cada día. Don Salustiano nos enseñó a ser escèpticos, a no creer en Dios ni en el Licor del Polo. Incluso a relativizar el cambio climático, qué coño. De Jado debemos aprender a desterrar las convenciones más arraigadas y los prejuicios, para estar siempre dispuestos a embarcarnos en un razonamiento, por imprevisto que sea el viaje, siempre que el barco esté convenientemente aparejado. El caso es navegar. Muchas gracias a todos.
Madrid, 27 de febrero de 2010