15 marzo, 2008

The way we were

Hablemos pues de la homofobia


Mi amigo Paco Pimentel escribió ayer en la página web de UPyD un artículo dolorido e indignado. Justamente dolorido y razonablemente indignado. Les pasa a veces a las personas decentes cuando entran en contacto con la viscosidad moral.

La foto con que la revista Zero da noticia de una película sobre "gays de armas tomar", una sátira estúpida y cruel sobre el terrorismo, es espeluznante y remite a las analogías que muy adecuadamente propone Pimentel. En realidad estamos ante una manifestación más de la autoproclamada superioridad moral de la izquierda en su grado máximo y más insoportable. Los códigos que rigen para los demás no cuentan para ellos, eternamente instalados en la autosatisfacción y parapetados tras una moral de conveniencia.

Hablemos, pues, de la homosexualidad y la homofobia, un pretexto magnífico para el agit-prop de la izquierda con el fin de obtener réditos políticos. No hay condenas formales y rotundas, ni campañas, protestas diplomáticas o de otra naturaleza contra los nueve países, todos ellos islámicos, en los que la homosexualidad lleva a la pena de muerte en la horca.

Tampoco se ha oído a Llamazares o a ningún otro dirigente de Izquierda Unida o de sus expresiones vasca y catalana, una condena de la homofobia que practica la dictadura cubana. Un concejal de San Sebastián y su novio, concejal de Lasarte, se casaron dos veces. La primera boda en rigor no lo fue, ya que no se había aprobado la preceptiva enmienda del Código Civil que permitiría los matrimonios gays. Después del paripé que ofició Odón Elorza, los contrayentes se fueron a Cuba a pasar la luna de miel, a pasear su relación de hombres libres en un país en el que los homosexuales cubanos arriesgan cárcel, en el que cumple describirlos con las palabras de Lorca en su ‘Oda a Walt Whitman’:

"los hombres de mirada verde, que aman al hombre y queman sus labios en silencio."

La izquierda exorciza su propio pasado con estas actitudes, de igual manera que lo hacía el ministro de Justicia en funciones, al decir “hemos luchado contra los padres y ahora nos toca luchar contra los hijos”, cuando su propio padre era el jefe local del Movimiento en Arenas de San Pedro. Debe de ser el célebre impulso freudiano.

En el partido que gobierna España era sobradamente conocida (y festejada) la homofobia del vicepresidente del Gobierno y vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra. A mediados de los años ochenta, este blogmaster la conoció durante una cena con un ministro socialista y un delegado del Gobierno. Después de que uno de los dos, no recuerdo quién, comentó que durante la discusión de las listas electorales, el vicetodo vetaba a los candidatos homosexuales: “el tercero por Lugo es maricón. Fuera”, fue la expresión textual usada en el relato. El ministro contó después una anécdota ilustrativa:

Un diputado de Alianza Popular había sido sorprendido en un club para homosexuales de Londres. El aludido, cuyo nombre no daremos por no incurrir en outing, bajaba por el pasillo del hemiciclo hacia la tribuna de oradores, cuando Alfonso le dijo a Felipe: “Pero fíjate, si anda con las rodillas juntas…”, a lo que el presidente respondió: “Y eso, ¿qué tiene que ver?” y entonces Guerra colocó la gracia: “Eso es que en casa se pone la falda de tubo”. Todos los comensales reímos la malicia. Yo también, mea culpa.

Han pasado más de veinte años de aquello, es verdad, pero hace mucho menos tiempo, el 31 de agosto de 2003, durante el tradicional mitin de Rodiezmo, con el que los socialistas inauguran cada año el curso político desde la llegada de Zapatero a la Secretaría General, Alfonso Guerra comenzó su intervención, diciendo: “Mariano Rajoy es un mariposón” e hizo una pausa dramática a lo Billy Wilder, pero sin maracas, para dar tiempo a que todo el mundo, desde el mismísimo secretario general del partido ("mire a los ojos de sus vecinos homosexuales...) al último minero de la campa se partiesen el culo de la risa.

Izquierda Unida le afeó su conducta y la Plataforma Popular Gay presentó denuncia contra él, que fue archivada tres meses después por el Tribunal Supremo porque “no se puede confundir ‘mariposón’ con ‘maricón’”.

Déjenme que les explique el chiste. Si hay un dibujante que a lo largo de casi 40 años haya encarnado más que ningún otro el espíritu de la progresía es Forges. Él acuñó un lenguaje propio que influyó en dos generaciones de españoles, fundamentalmente de izquierdas y progresistas. Hoy, el gran Antonio Fraguas cuyo talento no se discute aquí, sigue siendo un cualificado exponente del air du temps autosatisfecho de la izquierda. La revista en la que se publicaron los dos ‘chistes’ que aquí reproducimos era ‘Por Favor’, la quintaesencia del progresismo en la década de los 70. The way we were.