05 marzo, 2008

Un ministro tuneado


La noticia brotó aquí, al lado, en Can Arcadi. El ministro Bernat Soria había embellecido su currículo con decanatos, medallas, autoexilios y trabajos con premios Nobel que no constan. Un lector, miembro de la comunidad científica, molesto por la afirmación de Bernat Soria "algunos científicos ganan más que un ministro", escribió a Arcadi Espada, dándole cuenta del asunto.
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El periodista siguió las rutinas de su oficio: llamó a su corresponsal y le recabó datos adicionales y aclaraciones sobre el asunto. Después hizo consultas y comprobaciones oportunas para comprobar la veracidad de la denuncia y reprodujo la carta en su blog.

Si somos partidarios de la memoria histórica, ¿por qué no vamos a estar a favor de la autobiografía histórica? Llama la atención esta acabada voluntad de alteridad, la vocación de ser otros. Se trata, en última instancia, de modificar el pasado para hacer que los hechos hayan
ocurrido como debieron ocurrir. Quizá no se gustan. ¿Quién, salvo la madrastra de Blancanieves, y sólo durante su etapa de esplendor, puede sentirse a gusto con la imagen que le devuelve por las mañanas el espejo?

Eso explica los currículos hinchados, que candidatos se adornen con titulaciones inexistentes, como Roldán y su doblete como ingeniero industrial y economista; se prefabriquen una biografía de resistentes: desde Enric Marco, presidente de la Amicale Mauthausen, que se inventó su estancia en el campo de concentración de Flossenburg, a Aitor Ibabe, un muchacho de Izquierda Unida, que siendo hijo de empresario, se inventó una biografía de niño inmigrante en una carta abierta a Cosme Delclaux, que por aquel entonces aún permanecía secuestrado por ETA. Es esa pátina de aristocracia resistente que persiguen los gentilhombres y gentilmujeres de hoy, ministros y ministras que adornan con detalles antifranquistas sus biografías o las de sus padres o las de sus abuelos.