Titular con arte

Público, el diario de la Presidencia, titulaba hoy por chicuelinas: "La España plural sobrevive a la histeria taurina". Con un par (en todo lo alto, se entiende). Esto sucede tres días después de que el líder máximo pidiese al personal que no politizara la fiesta. Mutatis mutandis, la anécdota recuerda a la célebre respuesta de Franco a uno de sus ministros: "Haga como yo; no se meta en política".


Eso es tener claras las ideas. Nuestra pluralidad, su histeria; nuestra solidaridad, su egoismo. Es lo que pasa cuando al abrazar una ideología se abraza al mismo tiempo el lado soleado de la vida y de la historia, que se instala uno en una confortable superioridad moral. Tanto más confortable y cómoda cuando ni siquiera se trata de una ideología, que requiere alguna actividad intelectual. Se trata de ser de izquierdas por delegación de confianza en el partido gobernante. "Bajar los impuestos es de izquierdas", dijo Zapatero dos años antes de subirlos, empezando por los indirectos, que son, como sabe cualquier persona alfabetizada, regresivos.


Es que la prohibición ha sido un acto político y es lógico que suscite reacciones políticas. Haré una confesión: no me gustan los toros. Quiero decir que no me llaman la atención tanto como para pagar entradas, aunque sí me dejo invitar sin desdoro. Me llama la atención el pintoresquismo de la plaza, el colorido del asunto, las conversaciones de los aficionados a mi alrededor, pero para mí la fiesta bascula entre el aburrimiento (si no hay peligro) y la angustia, cuando lo hay.


No haré, por tanto, una defensa del toreo como un arte del que no entiendo mucho, aunque sí se me antoja un hecho cultural: me planteo cuánto habríamos perdido de Lorca, Alberti, Manuel Machado, Gerardo Diego, José Bergamín, autor del más brillante oxímoron de la literatura española: "la música callada del toreo"; Vicente Aleixandre, Goya, Sorolla, Paret y Alcázar, Romero de Torres, Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana, Zubiaurre, Zuloaga, Picasso, Francis Bacon y Fernando Botero.


Ayer hubo una corrida en la Monumental de Barcelona. La entrada era inferior a la participación de los ciudadanos catalanes en el referéndum del Estatut, que ya es decir. Es verdad que el cartel no era gran cosa, pero en aquella plaza estaba en juego algo que trascendía la fiesta de los toros para los ciudadanos en general, y muy especialmente para los ciudadanos taurinos. Hay una lectura política de la corrida de ayer en Barcelona, que los prohibicionistas habrán aprendido: no hay reacción en defensa de su libertad de ir a los toros. Sería razonable pensar que seguramente la tauromaquia se extinguirá por consunción. Si tal sucede, no la echaré de menos, pero sí echo de más la prohibición.


"No politicemos", dice Zapatero y quiere decir con ello que él no renuncia a los votos de los aficionados a los toros. Igual que Montilla. Los aficionados catalanes van a tener dentro de tres meses un motivo más para no votarles. Ellos verán.



NOTA.- A partir de hoy, el blog queda cerrado por vacaciones oficiosamente. Esto no quiere decir que no registre actividad, pero no será todos los días, ni a horas fijas. Colgaré un comentario cuando me parezca y daré cuenta del correo más interesante recibido a propósito del blog. Desde mi punto de vista, naturalmente, que este blog aún no se gestiona de manera asamblearia. Mañana, por ejemplo, colgaré una foto y un comentario de Artanis, que es una joya para cinéfilos y amantes del género negro. Aviso a los fanáticos del lenguaje políticamente correcto: 'amantes del género negro' no se refiere a las personas que mantienen relaciones sexuales con personas subsaharianas o afroamericanas.


Felices vacaciones a todos. Y todas, naturalmente.