16 junio, 2008

Carta a una joven ministra (II)

No sabe, querida ministra, cuánto me ha dado qué pensar el reportaje que Yo Dona publicaba el sábado sobre su viaje a Asturias. Así, por ejemplo, se describe su visita al Instituto de Enseñanza Secundaria Cuenca del Nalón, un centro pionero, que ha recibido el Premio Irene del Ministerio de Educación por su tarea a favor de la igualdad y en contra de la violencia de género. Dos ejemplos: los escalones de entrada al instituto llevan escritos sendos nombres de mujeres destacadas y, en lugar preferente "la reproducción de un cuadro clásico, con dos féminas degollando a un hombre".

Créame que no tengo ningún reparo insalvable que oponer a lo primero: destacar los nombres de mujeres eminentes es, en sí misma, una iniciativa loable, pero, ¿no le da la impresión de que una lista de chicas listas en régimen de gineceo banaliza el triunfo de las grandes mujeres?

Tengo para mí que María Curie no querría encabezar una lista de físicas y químicas descollantes. Sería disminuir sus méritos, porque ella sería también la númera una en una lista que incluyera a sus colegos.

Dudo mucho de que Virginia Woolf se hubiera conformado con ser citada por compartir la tertulia de Bloomsbury con su hermana Vanessa. "Cite también a los chicos, buena mujer", habría sugerido, porque su marido, su hermano Toby, John Maynard Keynes, Desmond McCarthy y los demás aportaban su poco de prestigio a aquel famoso grupo.

La semana pasada era noticia la alférez Rocío González Torres por ser la primera de su promoción en el curso de Pilotos de Caza y Ataque del Ministerio de Defensa. Debería usted entrevistarse con ella y preguntarle su opinión al respecto. El encuentro, además, haría posible una foto muy valiosa para las necesidades propagandísticas de su Ministeria. Y así, tantas mujeres que obtienen premios extraordinarios fin de carrera, ganan cátedras, oposiciones y dirigen empresas compitiendo con colegos y no por el beneficio de la cuota. Las mujeres más inteligentes no van a aceptar las entradas las traseras, que son como la puerta de las niñas pobres en algunos colegios de monjas de antaño.

Me llama la atención lo del cuadro. Es de suponer que, tal como apuntaba ayer Arcadi Espada, se trata de Judith decapitando a Holofernes, (que no degollando) de Artemisia Gentileschi, una aplicada discípula de Caravaggio. ¿Es razonable dar un premio por su labor en contra de la violencia de género a un colegio donde se hace apología de la violencia de génera?, me estaba preguntando a medida que leía, cuando me encontré con su reacción. Usted, según la periodista, cambió el gesto y comentó sorprendida: "La violencia no se combate con violencia".

Quiero ponderar este comentario suyo como se merece, un gesto que la honra. En su contexto, recuerda aquel aldabonazo de Ortega y Gasset el 9 de septiembre de 1931 en Crisol: "¡No es esto, no es esto!" Permítame un inciso para hacerle una recomendación: léaselo, querida ministra y, si le parece oportuno, haga fotocopias para repartir en el próximo Consejo de Ministros y Ministras. Debo confesarle que no está escrito en perspectiva de género, pero rebosa sabiduría política y sus advertencias, no sólo fueron proféticas: conservan una extraordinaria vigencia para el tiempo presente.

Volvamos, pues, al tema. Cuenta la crónica de su visita al Instituto que al salir del centro se le encendió a usted la bombillita eureka:
«Tras las fotos de rigor con profesores y alumnos, Aído sale del instituto, encantada con esta idea de 'centro libre de violencia de género'. Tanto, que se le ocurre patentar ese distintivo y otorgarlo a los establecimientos que cumplan una serie de requisitos. Dicho y hecho. Al poco rato, en el primer hueco que le deja el apretado programa de la jornda, habla con la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, y las dos acuerdan preparar un borrador con la iniciativa.»

Si me permite una opinión, es más una ocurrencia que una idea, una analogía débil, procedente de pensar las iniciativas políticas como eslóganes publicitarios. Un espacio libre de violencia de género, ¡qué idea! Una consulta en Google le hará reparar en que su distintivo es deudor de iniciativas anteriores: "Espacio libre de humo". Si lo piensa dos veces descubrirá que banaliza el mal que el año pasado costó la vida a 87 mujeres, asesinadas por los psicópatas a los que un día habían amado.

Por una parte, ministra, la señal del distintivo debería ser la del Ángel Exterminador, y su contrapartida, el cierre de todos los establecimientos que no tuvieran en el escaparate la marca de color malva. No cabe imaginarse su contrario: en este establecimiento se puede fumar. Es increíble que, aun animada por la mejor de las voluntades, la Ministeria pueda hacer creer a los maltratadores que pegar a sus mujeres es un vicio socialmente reprobable, como fumar, por ejemplo.

Quedo, como siempre, a su disposición. Atentamente. SG


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