13 julio, 2006


La verdad esquiva

Santiago González

“¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.” (A. Machado).

Desde que el actual ministro del Interior acuñó en vísperas electorales aquella extraordinaria máxima, “los españoles tenemos derecho a un Gobierno que no nos mienta”, una contribución personal a la reflexión de los ciudadanos, la verdad se ha convertido en una virtud universal. Todos hacen grandes profesiones de fe sobre el amor a la verdad como una característica propia, que les distingue de los otros, que aman vocacionalmente la mentira. Los más virtuosos han aprendido a soplar y sorber al mismo tiempo: mienten a troche y moche, mientras acusan de mentirosos irredentos a sus oponentes.

Uno cree que las mentiras del Gobierno son más relevantes que las de la oposición, como cree que los actos de aquel son más dignos de interés que los de ésta. El Gobierno tiene el Boletín Oficial y el presupuesto, y tiene detrás una mayoría parlamentaria que le permite aprobar las leyes o rechazar las iniciativas ajenas. Esto es como los toros. De la oposición se puede comentar su casta o la falta de ella, la bravura o el mansurroneo, pero el que torea, perdonen la obviedad, es el torero.

Esta semana hemos organizado un debate francamente mejorable sobre la verdad de terceros, después de que ‘Gara’ publicase el lunes una información según la cual ETA y el Gobierno pactaron en febrero las condiciones que hicieron posible la tregua del 22 de marzo.

El ministro de Justicia argumentó de manera insuficiente el mentís del Gobierno, tildando al mensajero de “panfleto acostumbrado, no sólo a la desinformación, sino a la intoxicación”. Desde la oposición, Jaime Mayor Oreja hacía notar que “ETA mata, pero no miente”. Esto parece una reedición del viejo pasatiempo matemático sobre la tribu de los que siempre dicen la verdad y la de los que siempre mienten. Esos comportamientos tan homogéneos y acabados sólo se dan en los acertijos. Sean cuales fueren las costumbres de “Gara”, nada se opone en ellas a la estricta veracidad de lo publicado el lunes por el periódico abertzale. Análogamente, del hecho incontestable de que ETA es una organización que mata no se infiere que no pueda mentir al mismo tiempo. Quien ha convertido en procedimiento habitual el exterminio de sus oponentes, no tiene las mismas razones que la gente normal para mentir, porque el asesinato es la forma más brutal y perversa de la sinceridad. Tampoco tiene impulsos que le lleven a decir la verdad. Todo esto provoca tomas de posición apasionadas: hay gente que prefiere creer a ETA antes de contrastar las palabras de los terroristas con los hechos. Los hay que prefieren equivocarse con el Gobierno que acertar con ETA, lo cual es un método razonable para escoger amigos, pero es más bien descartable como procedimiento epistemológico.

Que ETA diga la verdad o mienta son hechos perfectamente posibles ambos, aunque irrelevantes. La información que comentamos podría ser cierta en su totalidad, falsa en todos sus extremos o veraz en algunos aspectos y falsa en otros; lo que es políticamente significativo es que se haya publicado.

Si ese contacto no se hubiera producido, tal como pretende sugerir el Gobierno, ¿qué efectos perseguiría ETA al inventárselo? La respuesta no puede ser otra que emplazar nuevamente al Gobierno, tal como lo hizo el día de San Fermín, al recordar al presidente que le quedaban 24 días para el milagro. La vicepresidenta tuvo un lapsus implícito al comentar que el comunicado de los terroristas dirigido al Gobierno francés el pasado día 14, demostraba que “están fuera de la realidad al emplazar a otro Estado soberano”. El personal va a comparar lo que haga el Gobierno en los próximos meses con la información de “Gara”, es inevitable. Y sacará conclusiones, salvo que ETA y el Gobierno lleguen a un acuerdo menor, irrelevante para la disolución de la banda, pero de gran utilidad para las partes: que la culpa es del PP. Si todo fuera verdad o sólo lo fuese el acuerdo, pero no la totalidad de los contenidos, estaríamos en la misma situación, aunque peor para todos.

Habida cuenta de que los interlocutores de la parte de allá en las dos mesas son tan expertos como el Gobierno en el uso del lenguaje creativo, también puede ser que haya habido contacto y que llegaran a un acuerdo, pero no sepan en qué y discrepen a la hora de explicarlo. Permítanme que le ponga la música y aproximadamente la letra de aquella inolvidable canción de Iva Zanicchi, que anticipaba la presencia de Pilar Ruiz ante la mesa negra del Amara Plaza: “Tutto è finito, tace la frontiera,/ la mesa* bianca, la mesa nera,/ Mentre una donna piange nella sera/ e chiama un nome che non risponderà”.

En cualquiera de los casos, lo que cuesta cada vez más imaginarse es ese primer mensaje que los terroristas enviaron al presidente y qué le hizo pensar a éste que estaban dispuestos a dejar las armas sin cobrar un precio político por ello.

* En italiano, mesa se dice “távola”, pero tendríamos un problema de métrica.
(Bastaya.org, 13-07-2006)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Iva Zanichi: qué canción! Los de la LOGSE no la conocen. Menos mal, porque si no Zapatero la ponía en todas las escuelas como introducción de la nueva asignatura Gandhi, ese hombre

Anónimo dijo...

Perfecto, recordar el pretendido primer mensaje con los terroristas ofreciendo desarmarse sin precio político.

Temo que, con frecuencia, olvidamos hasta las cosas más básicas.

Perfecto, recordar a Dª Pilar Ruiz. Y con su recuerdo, la llamada angustiada a que no se llame a las cosas por nombres que no son.

Anónimo dijo...

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