Nuevo mazazo a las ilusiones de los españoles (y de las españolas, claro)

No sólo los Reyes son los padres. Ahora resulta que el presidente del Gobierno es Luis Rodríguez Aizpeolea, según hemos podido saber hoy mismo por informaciones de 'El País'.

Por segunda vez en 72 horas, una comparecencia solemne de José Luis Rodríguez Zapatero necesita ser traducida de la neolengua al castellano. En su rueda de prensa del 29 de diciembre, fue el secretario de Estado Moraleda el que hizo saber a los ciudadanos que "trágico accidente mortal" quería decir "atentado". Hoy ha sido LRA quien nos ha hecho saber que "suspendido" quiere decir "liquidado"

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Inventario de daños

Santiago González

Pronunciemos sus nombres con respeto: Carlos Alonso y Diego Armando Estacio. Eran dos personas cuya muerte reanuda una serie que había quedado en suspenso el 30 de mayo de 2003 en Sangüesa, con los nombres de Bonifacio Martín y Julián Embid, dos policías nacionales a los que ETA asesinó con una bomba-lapa debajo de su vehículo.

Entre los tres kilos de titadine de aquella bomba y la cantidad indeterminada de explosivo desconocido (entre 200 y 800 kilos) de la furgoneta que hizo explosión en la T-4 han transcurrido tres años y siete meses, según el implacable cálculo que los partidarios de su ‘proceso de paz’ exponían como argumento incontestable en favor de las buenas intenciones de ETA.

Lo habían intentado en esa etapa. Solamente tres días después de que usted recogiera el guante que gentilmente le había tendido Arnaldo Otegi en Anoeta, ETA hizo explotar un coche-bomba en Neguri, (18 de enero de 2005), que, según el ojo clínico de Javier Balza, estaba puesto para matar. Un mes más tarde eran detenidos dos comandos, uno en Basauri y otro en Valencia, con objetivos definidos. A los del primero se les ocupó una carta de 'Txeroki' animándoles a “poner muertos sobre la mesa cuanto antes”: antes del 19 de marzo, fecha que habían fijado para mantener una cita en Francia, "tendréis que poner 'patas arriba' a un enemigo uniformado (da lo mismo qué uniforme y dónde)".

En su comparecencia tras el atentado, presidente, invocó usted el acuerdo del Congreso del 17 de mayo de 2005, apoyando procesos de diálogo con quienes abandonaran la violencia, “si se producen las condiciones adecuadas (…) fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción…”

Ese acuerdo, presidente, era un imposible lógico y nunca fue respetado. Recordemos en esta hora al memorable verificador: ¿Quién le contó que se daban las condiciones adecuadas, que ETA tenía una clara voluntad y que mostraba actitudes inequívocas?¿Dónde está aquella carta de ETA de la que tanto se ha hablado, pero que nadie ha visto, en la que los terroristas le hicieron creer que estaban dispuestos a abandonar su actividad principal sin contrapartidas políticas?

Usted invocó el acuerdo del Congreso para decir “con violencia no hay diálogo” y suspender las conversaciones, pero no ha dado por concluido este experimento surrealista. ¿Cuánto tiempo de no violencia deberá observar ETA después de la T-4 para que ustedes vuelvan a las andadas?¿Quince días?¿Un mes?¿Volverá su verificador a verificar la clara voluntad y la actitud inequívoca de ETA?

Hace ya meses le comuniqué mi respetuosa impresión, presidente, de que usted estaba atornillado a la mesa de la negociación, porque hacer ahora lo que exigen la dignidad, la decencia y la memoria de esos dos ciudadanos que hemos perdido entre las ruinas de un aparcamiento, sería como dar la razón al PP, el único límite que usted no se atrevería a franquear.