Prosas para el mármol

La unidad de los demócratas como fin en sí mismo frente al terror será la referencia de Zapatero y del representante del Grupo Socialista, Diego López Garrido (en el debate sobre el Estado de la Nación) .

El presidente insistirá en que su gestión ha tenido como referencia la legalidad y la Constitución y que no se ha movido de esos márgenes. Podrá presentar como prueba de que su Gobierno no ha cedido ante ETA la propia ruptura del proceso por parte de la banda terrorista, el pasado 5 de junio. E incluso podrá decir que nunca, desde que ETA inició su actividad terrorista, hace más de 40 años, se ha vivido, en lo que va de legislatura, un periodo con menos actividad de la banda, con el dato relevante de dos muertos en cuatro años.

En este punto, el blogamaster debe confesar su ingenuidad y falta de cálculo. La actitud del presidente le hizo considerar que el atentado de la T-4 era el fin de un capítulo de negociador, pero que empezaba otro y que el contador (de los asesinatos) se ponía a cero para poder renovar los argumentos en favor del nuevo proceso: ya llevamos 43 días sin muertos, etc. Craso error. Era Barajas, punto y seguido, no punto y aparte, mucho menos punto final. En los gobiernos socialistas se ha pasado de:

Con atentados no hay contactos a

Con asesinatos no hay contactos a

Nunca nos han matado menos.

Después de relativizar tanto el lenguaje, ¿qué de malo hay en confundir los misterios dolorosos con los gozosos, si al fin y al cabo, todo es rosario?

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Al fin vanguardia

Pedro Zerolo y la ministra de Cultura durante la celebración del "Día del Orgullo Gay". Carmen Calvo, que subvencionó la fiesta con 60.000 euros, lamentó la ausencia de los políticos del PP, que "como demócratas, deberían estar aquí, apoyando las libertades del resto de los españoles".

Según Libertad Digital, la ministra se mostró orgullosa de que Madrid se convierta en la capital de Europa y reciba a gente del resto del Viejo Continente para celebrar la principal libertad de una persona, la libertad sexual.

Hace doce días, el presidente del Gobierno recibió a Abdalá bin Abdelaziz, Rey de Arabia Saudí, uno de los ocho países del mundo que aplican la pena de muerte a los homosexuales. Cenó con él en La Moncloa, sin abordar en ningún momento semejante atrocidad. Lástima de ocasión perdida para regalarle unas gafas como las de la ministra y Zerolo e invitarle a participar en la fiesta de anoche en Chueca.

Como era natural, durante la fiesta hubo expresiones contra la homofobia, aunque la geografía del agravio de la izquierda parece algo extravagante. Lean las palabras de Gaspar Llamazares (Si quieren oírlas, pinchen el vídeo):

Hay que señalar a los intolerantes, como los Cañizares, Rajoy y también los Kaczynski, que tienen que respetar estos derechos en sus propios ámbitos y en sus propios países.

En la vida real, ante la información que el telediario transmitía sobre la celebración en Madrid del Día del Orgullo Gay el pasado jueves, Daniel, de ocho años, preguntó a sus padres:

-¿Ser gay es guay?
-No es bueno ni malo. Es tener gustos diferentes.
-Entonces, ¿de qué están orgullosos?