Matización

Haría falta conocer todos los datos del ataque israelí a la flota de activistas del ideal, piensa uno al leer las distintas informaciones sobre el caso. En rigor no es cierto. Vendría bien conocer los detalles, ciertamente, pero no nos engañemos. Todos tenemos ya los datos suficientes para abonar unas conclusiones que ya podríamos exponer antes de conocer ninguno.

Sin embargo, antes incluso de tener "datos fiables sobre lo ocurrido", tal como dice el editorial de El País de hoy, "lo que debería haberse planteado como mera operación de policía marítima se ha convertido en acción de guerra". Esta es la cuestión. No era ayuda humanitaria, sino una acción propagandística en favor de Hamas, camuflada de aquello. Israel ha emprendido una acción de guerra que siempre tiene un carácter asimétrico cuando un Estado la emprende contra el terrorismo o cualquiera de sus terminales o grupos de ayuda. Una guerra ambivalente. Si la flotilla hubiese violado el bloqueo, estaríamos ante una victoria militar, David contra Goliath, de los más débiles. Pero si el Estado se extralimita y hace un uso desproporcionado de la fuerza, se usará como propaganda la imagen y los videos de Goliat zurrando al pequeño y casi indefenso pastorcillo.

Así son las cosas. Israel es la única democracia en aquellos parajes. Es también, el único país de Oriente medio cuya forma de vida es parecida a la nuestra. Hablaré por mí: el único en el que yo podría vivir. Si fuese mujer o tuviera preferencias sexuales alternativas ya, ni les cuento. Además, es nuestro muro de contención, el cortafuegos de Europa. Pero en este caso, la cuestión no es si uno tiene más simpatías por los judíos que por los palestinos. Israel ha emprendido una acción de guerra que va a ser utilizada muy eficazmente contra él.

Forges colgó ayer en la página web del diario El País una primera ocurrencia sobre el asalto a los activistas de la autodenominada 'Flotilla de la Libertad' por parte de la FFAA israelíes. Como si él mismo se hubiera espantado ante el exceso, hoy matiza por medio de sus 'blasillos': "sí, pero no olvides que el Estado de Israel NO es el pueblo judío."

Vuelvan a leer esta expresión, porque resume a la perfección la clave de la superioridad de la izquierda: tener localizado el mal. Por eso explica al día siguiente que 'la bestia' es el Estado, no el pueblo. No sé si la aseveración podría mantenerse si preguntáramos al pueblo judío, propiamente dicho, o, más bien al contrario, respondería mayoritariamente que el Estado de Israel es la garantía de que los estados y los pueblos que lo circundan no lo aniquilan como pueblo.

En rigor, no hacen falta motivos de supervivencia física. ¿Podríamos decir que el estado nazi no era el pueblo alemán, o mutatis mutandis, que el estado franquista no era el pueblo español? En cierto sentido es evidente: el pueblo es a veces el estado fuera del horario de trabajo: el SS que se quita el uniforme para disfrutar de una amable velada familiar, el comandante del campo de concentración que llega a su casa y se quita los zapatos para que sus pisadas no despierten al canario, o, por poner un ejemplo menos hiriente, el delegado provincial de Trabajo que recuerda el tiempo en que estuvo represaliado por el mismo estado que después le dio un cargo oficial con uniforme, correaje y camisa azul.

Al parecer han sido nueve las víctimas mortales del ataque israelí al barco turco. Innecesarias para la defensa de los objetivos que se planteaban los atacantes, porque habría bastado cualquier estrategia disuasoria.Nunca tuve noticia de una viñeta de Forges como la primera en las incontables ocasiones en que un terrorista suicida ha hecho explosión en un cine de Tel Aviv, en un restaurante de Haifa o en un autobús de Jerusalén. Y estoy seguro de que si lo piensa, no le costaría dibujar una viñeta como al segunda: No te olvides de que el terrorismo islamista no es lo mismo que el pueblo palestino. Sí, claro. Pues eso.