
El Gobierno avisa y el que avisa no es traidor. Son muy notables los esfuerzos del Ejecutivo para advertir a la población de que ETA "puede volver a actuar" o, tal como dice la vicepresidenta en Guatemala, de "las posibilidades de que se produzca un atentado", remitiendo el hecho al negociado de sucesos estocásticos y acontecimientos meteorológicos. El sintagma 'que se produzca un atentado' y su anómala elusión del sujeto remiten a la pertinacia con que el presidente llamaba 'trágicos accidentes' a los atentados terroristas. Ha cambiado el protagonista. "Haz que parezca un accidente" es hoy una consigna del Gobierno, no una instrucción del Padrino.
Impresiona que en los mismos días en que tenemos un segundo testimonio, la versión del PNV, que corrobora la aceptación por parte del PSE de un acuerdo que incluía Navarra y la autodeterminación, la vicepresidenta diga:
"El Gobierno ya ha dicho todo lo que tenía que decir sobre este tema [es decir, nada]. No ha habido ninguna concesión [las hubo, otra cosa es que ETA y Batasuna quisieran apurar un poco más. ETA iba ganando por 5-0 y las hinchada les cantaba "todos queremos más", explicaba Otegi en Loyola]. ETA no ha conseguido ningún objetivo ni lo va a conseguir nunca en democracia."Esta lógica lleva a una declaración inobjetable el día en que se produza un atentado: "¿Que les decíamos nosotros?" Es evidente, por otra parte que con "la posibilidad de que se produzca un atentado", lo que quiere decir la vicepresidenta es "que ETA vuelva a cometer asesinatos", porque atentados ha perpetrado dos desde su declaración de ruptura de la tregua el 5 de junio. Fue la semana pasada en Belagua, al paso del Tour de Francia. Eufemismo sobre eufemismo.
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En El Correo, hoy
El Gobierno se limitó a cuestionar el testimonio por proceder de ETA y Batasuna, sin molestarse en entrar en el fondo de la cuestión ni ofrecer su propia versión de los hechos, creyendo que, en caso de duda, el ciudadano daría más valor a la palabra del Ejecutivo que a la de los terroristas. El PNV, el otro interlocutor al que la izquierda abertzale quería ajustar cuentas, ha estado durante meses dudando entre salir al paso de las versiones de ETA y Batasuna y ofrecer su propio relato o mantenerse en silencio. Sabía que si hacía lo primero pondrían en evidencia a Batasuna ante una parte de la comunidad nacionalista, pero al mismo tiempo convertirían a los socialistas en víctimas colaterales. Víctimas del fuego amigo del PNV.
La pugna PNV-Batasuna ha seguido endureciéndose -ahí está el caso de Ondarroa- y, además, el PSE ha jugado a desestabilizar al tripartito vasco de manera que, al final, los nacionalistas han superado sus reparos y han decidido dar a conocer oficiosamente sus propios papeles. Donde Batasuna decía que no había acuerdos, el PNV dice que sí los hubo, pero que ETA obligó a Otegi y los suyos a desdecirse. Y como prueba aporta los textos, igual que ETA difundió en el 2000 los papeles de los pactos firmados con el PNV para poner en evidencia a este partido.
Los nacionalistas se sacan los colores mutuamente, pero de paso dejan en evidencia a los socialistas porque ellos también respaldaron el preacuerdo. Y en esta ocasión ni el Gobierno ni el PSE pueden salirse por la tangente cuestionando la credibilidad del interlocutor porque ahora es el PNV el que dice que los socialistas reconocieron la existencia de una identidad nacional del pueblo vasco que abarcaba a territorios de un país vecino llamado Francia y el que dice que el PSE, entre otras cuestiones, pactó la creación de un «órgano institucional común» entre Navarra y el País Vasco con competencias «ejecutivas y de propuesta legislativa».