El caso del optimista sentimental

Toda la peña que siguió el mano a mano entre el Felipe González, el Pasado y José Luis R. Zapatero, el Presente, en el Congreso de los Diputados, tuvo ocasión de ver al presidente en uno de sus mejores momentos. Salvo los más crédulos o los menos dotados intelectualmente, por supuesto.

Que Felipe González se sintió ninguneado y preterido por su joven sucesor no es ningún secreto. Desde los primeros compases de la anterior legislatura, no perdió ocasión de demostrar a la vieja guardia felipista quién mandaba aquí. Se cuenta que en una visita de FG a Doñana para hablar con él, se lo encontró jugando a baloncesto con unos amigos y siguió jugando como si hubiera llegado el cartero.

Al día siguiente de que el Gobierno consiguiera la aprobación por el Congreso de su plan de recortes, FG envió a Zapatero lo que éste calificó de "el mensaje más cariñoso y de más apoyo que he recibido de él desde que lo conozco". El mensaje decía: "Hoy, más que nunca, tienes todo mi apoyo. Gobernar es esto: tomar decisiones difíciles y duras". Cualquier otro en su lugar habría pensado que había una crítica implícita evidente en las palabras de González. A ver: que lleves seis años gobernando y el día en el que haces todo lo que juraste que nunca harías, alguien te diga: entérate, gobernar era esto es una manera alternativa de decirte: que no te enteras, Contreras.

Ayer insistió González: "Le ha golpeado la realidad de la crisis y se le nota el peso de la crisis y el peso del poder". Se espera la respuesta de Zapatero: para que se enteren los que dicen que Felipe me critica a mis espaldas: se preocupa hasta por mi aspecto físico.