El lunes de Cenicienta

El hada tocó con su varita mágica todo aquello y los ratones se convirtieron en caballos, la calabaza en carroza y los malvados especuladores que la semana pasada habían conspirado contra España como tiburones de madriguera, se convirtieron ante los ojos de todo el mundo en benéficos inversores que hicieron crecer, no ya brotes verdes, sino palmeras reales en el transcurso de una sola sesión de bolsa.

Ya no eran gentes deseosas de hacer el mal, sino más bien pacíficos ahorradores familiares partidarios de un modelo patrimonial alternativo al de Ahorros Familiares Saja, S.L., que el matrimonio Bono comparte con sus niños, que está más orientado, al parecer, hacia el mundo del ladrillo.

Fíjense en los titulares del diario Público. Me interesan tres afirmaciones:

"La política gana a los mercados (por una vez)". Algo exagerada. Sería más preciso afirmar que la política toma las medidas necesarias para que los mercados sean rentables.

"La UE pone freno a los especuladores". No, hombre. Lo que ha hecho es darles alas. Lo que pasa es que Izvestia llama especuladores sólo a los que venden. Sería más preciso: pone freno a los especuladores y da marcha a los inversores.

"El BCE empieza a comprar deuda pública de forma masiva". Apuremos el razonamiento: Debería comprarla toda y se acabaría de una vez por todas con los especuladores.

El fiscal general del Estado tendrá que hilar muy fino en la pieza acusatoria para poder empurar al bolsista que vende y no al que compra. ¡Qué escándalo! En esta bolsa se especula, denuncia Zapatero vestido de capitán Renault, cosas de repasar sin mucha atención los apuntes de las dos tardes. Y aún nos quedan algunas cosas por descubrir: el capitalismo actúa por ánimo de lucro y por otras razones igualmente egoístas, en lugar de tener móviles más altruistas, como crear puestos de trabajo para reducir el paro.

La derecha es siempre igual. También la derecha política actúa sólo para conquistar el poder, justo al revés que los socialistas, que sólo estamos en política para hacer felices a los demás. una máxima en que la socialdemocracia realmente existente ha sintetizado el manifiesto comunista y el pensamiento de Jesús Urteaga, el cura de la tele de mi infancia: "Siempre alegres para hacer felices a los demás".