El tormento y el éxtasis

Suso de Toro es escritor. Así lo afirma el diario que publica sus tribunas mensuales al pie de cada una y así lo reivindica él mismo casi todos los días en su blog. Ayer tuvo a bien citarme en compañía de mi amigo Arcadi Espada en la anotación que transcribo aquí:

AJOS Y CASTAÑAS DE LA ENVIDIA

Por algún motivo, o por muchos, mi doppelgänger es odiado por “neocons” y “concons”, carcas de ayer y hoy. Tanta unanimidad, Cope, Onda Cero, El Mundo, Abc, La Razón… reconozco que me preocupa. Tanto da lo que escriba o haga, aparecerán los odiadores a hacer su “comentario de texto” perverso. No puedo evitarlo. Aquí están, otra vez, dos columnistas de “El Mundo”, Arcadi Espada y Santiago González, a dar la matraca.

Hay gente que desayuna cucharadas de veneno cada mañana y no hay manera con ella, nunca se mirarán en un espejo limpio para verse. Verían su rostro verde. No comprenderán que ser miserable no tiene mérito alguno. Hay que protegerse de ellos con diente de ajo y “castaña de la envidia”. Es lo que hago. “Meigas fóra!”

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Arcadi Espada respondió con una nota en la que hacía acuse de recibo:

Oiga, Susote, y me permitirá usted la familiaridad, después de tantos años: ¿no cree usted que se le va un poco la pelota, siguiendo con franqueza? Comprendo que para un tipo de su talante el insulto salga gratis, pero llamarme "miserable" porque pongo en manos de mi amigo Santiago González la primicia de su blog, me parece, incluso en usted, algo excesivo. Aprenda a adjetivar, que siempre estamos en lo mismo. A.

No estaría de más, ciertamente, que un escritor aprendiese a adjetivar, ahora que se expresa en poesía sin saberlo:

Estoy casi rematando

la reescritura de este libro en el que ando.

Y que da muestras de haber adquirido habilidades notables en el manejo de la aliteración: "Ya tengo un pedazo de cabeza..." [que hace trizas la loza del moro Muza] por si quiere completar la serie. En realidad le bastaría con seguir algunos consejos que ya han dejado por escrito algunos clásicos: "Al terminar de escribir una pregunta, pon un signo de interrogación. No tienes idea de la fuerza que le darás." (Woody Allen) Tampoco era para desoír lo que le dice el veterano reportero Hildy Johnson (Jack Lemmon) al periodista novato que le pide un consejo:

Te daré tres, hijo: nunca termines una frase con una preposición; nunca te fíes de un colega y nunca coincidas con Bensinger en los lavabos".

Querido Suso: no me pondré tan radical como Arcadi. Aunque me llames radical o miserable y este desdén tan radical me provoque sufrimiento. Soy como el sándalo, que perfuma el hacha que le hiere. Sigue estos consejos (el tercero es optativo. Ten en cuenta que Ben Hetch y Charles McArthur estaban lejos de imaginar que podían incurrir en menosprecio de la opción sexual alternativa) y cuando ya domines la parte mecánica de la escritura, empezaremos a trabajar la lógica de los contenidos. Así por ejemplo:

Hay gente que desayuna cucharadas de veneno cada mañana [al escribir esto incurres en un cierto contrasentido. ¿No comprendes que si desayunáramos veneno habríamos muerto en el primer lance? Salvo que tomemos el veneno que nosotros mismos fabricamos, pero en tal caso la frase carece de sentido, porque seríamos inmunes a la pócima. Sería como beber agua, ¿comprendes? Prueba a cambiarlo por: 'cada mañana desayunan una ensalada de ortigas', verás cómo mejora el texto] y no hay manera con ella, nunca se mirarán en un espejo limpio para verse. Verían su rostro verde. No comprenderán que ser miserable no tiene mérito alguno. [No sé por qué no habríamos de entender una frase tan banal (y discutible, digamos de paso). Hay algunos miserables que se lo han trabajado mucho y no se les puede negar el mérito del tesón. Yo había llegado a esta conclusión, pero con los tontos. Dicho sea sin ánimo de señalar, naturalmente]. Hay que protegerse de ellos con diente de ajo y “castaña de la envidia”. [Me parece bien que disfrute en la ducha, mientras canta el aria de La Boheme: "Si... Mi chiamano Mimí/ ma il mio nome e Lucia", siempre he creído enn la propiedad conmutativa, aunque sólo en el campo de las matemáticas.] Es lo que hago. “Meigas fóra!