Galería de sexadores ilustres

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El artículo de Almudena Grandes, 'México', ha dado lugar a un cruce de cartas con el académico Antonio Muñoz Molina, que éste ha solventado con dos entregas tan breves como inapelables, sin descalificaciones y sin respuesta posible.

Desde que leí el artículo de A. Grandes empezó a apoderarse de mí la tentación de la analogía para caricaturizar dos Españas capaces de expresarse con sarcasmos tan depredadores sobre las víctimas de violaciones.

Había un precedente, claro. Poco antes de la Semana Trágica, Alejandro Lerroux, emperador del Paralelo, escribió el 1 de septiembre de 2006 (aquí quise escribir 1906, naturalmente) en 'La Rebeldía':

“Jóvenes bárbaros de hoy: entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie..."

pero no era exactamente lo mismo, porque nada decía en su artículo el Empreador del Paralelo sobre el goce que aguardaba a las novicias.

Estaba ahí delante de las narices de todo el mundo, como 'La carta robada', de Poe, en la página 11 del auto mediante el que Baltasar Garzón se declaró competente para instruir la causa contra el franquismo. Se trata de una alocución del general Queipo de Llano en Unión Radio Sevilla en julio de 1936. No es una tontería, ojo. Garzón apoya en este testimonio su consideración del franquismo como genocidio:

"Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombre de verdad y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará."

Hay suficiente literatura sobre la violación como arma de guerra que ha tenido una última expresión en la década de los 90, durante la guerra de los Balcanes, con la violación sistemática de musulmanas bosnias por los serbios. También lo fue en la II Guerra Mundial: el Ejército Rojo en su ofensiva final violó a centenares de miles de mujeres alemanas, tal como han contado Anthony Beevor, Joachim Fest y Günter Grass, que cuenta en 'Pelando la cebolla' cómo su madre fue violada repetidas veces por soldados del Ejército soviético. Y, por supuesto, durante la guerra civil española, en los dos bandos. Queipo de Llano daba ideas por la radio. Almudena Grandes ironiza sobre el asunto, desde el otro bando:

«"Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta". Parece un contrato sadomasoquista, pero es un consejo de la madre Maravillas. ¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?»

Las diferencias entre ambos son obvias: Queipo incitaba, Grandes ironiza setenta años después. La paradoja es que, muy probablemente, la militante de la MH Almudena Grandes se indignaría el mes pasado, al leer la frase del golpista Queipo en el auto de Baltasar Garzón. Lo que tienen en común es su voluntad de sexadores, el obsceno entretenimiento de imaginar el goce de las víctimas.

Ayer, a mediodía, elpais.com abrió a comentarios la carta de Muñoz Molina en una decisión excepcional. Ninguna otra carta admite comentarios. Es preciso decir que la gran mayoría se muestra contraria al desbarre de la escritora, pero es significativo que un 21% de los 185 comentarios registrados se hayan alineado junto a ella en este desdichado asunto. He aquí una recopilación de los que apoyaban a Almudena Grandes, que constituyen un tupido ramillete de florecillas del sectarismo. Los muy viciosos pueden releer la carta de AMM que reproduzco a continuación y después llegar a la perplejidad por el contraste:

Un lector me hace llegar amablemente una información que yo desconocía, y que me parece adecuado compartir con Almudena Grandes: la frase "Déjate enseñar, déjate mandar, déjate sujetar y despreciar y serás perfecta" no es de la madre Maravillas, ni se dirige a sus monjas. Es uno de los Avisos Espirituales de san Juan de la Cruz, y su destinatario, en femenino, es el alma.