Barcelona subvenciona

Ojalá no hubiera llegado nunca este momento. El blogmaster fue ayer al cine solo, con la vaga excitación que a lo largo de los últimos 30 años le ha producido ir a ver la última de Woody Allen, rito que ha venido cumpliendo, la mayor parte de las veces, el mismo día del estreno.

Allen es, junto a Martin Scorsese y Coppola, lo que nos queda vivo del cine clásico, en mi opinión y no voy a dar más explicaciones para dar a conocer o justificar mis gustos cinematográficos.

Según confesión del director, él vino a rodar a Barcelona porque su mujer y sus hijos tenían ganas de conocer la ciudad, asunto sin duda emotivo, pero que no funciona como motivación artística. Las instituciones incentivaron a Allen como mejor saben: el Ayuntamiento de Barcelona le ofreció un millón de dólares y la Generalitat, otro medio.

Según comentó en su día el diario e-noticies, Vicky, el personaje que interpreta Rebecca Hall, era en el guión una estudiante norteamericana de cocina, pero "las instituciones públicas" pidieron al cineasta neoyorquino que considerase la posibilidad de cambiar el guión para que una de las muchachas se encon traraen Barcelona para estudiar catalán y no cocina.

El resultado es que, preguntada por la razón de su estancia en la ciudad, Vicky explique:

-Estoy haciendo un master en 'Identidad catalana'.

Se los juro. Luego le preguntan para qué sirve eso y ella responde (aquí no hay manera de saber si se trata de una sutil venganza de Allen por la imposición o se lo han inspirado sus patrocinadores):

-Para dar clases o dirigir un museo.

No se entiende el título, para empezar. Vicky, Cristina, Barcelona. Si se trataba de incluir como fuera la palabra 'Barcelona' en el título de la película, había una forma mucho más eufónica y pertinente:

Barcelona subvenciona.

Los personajes de la historia son border line, excepto María Elena, personaje tópico, pero encarnado con admirable gracia por Penélope Cruz, la única que se salva del naufragio. Ni siquiera Bardem, excelente actor, puede con lo suyo, lastrado, además, por un mal doblaje. Comparen ustedes a la Scarlett Johansson que interpreta a Cristina con la de 'Match Point' y ya me dirán. Allen revela la mirada tópica y superficial de turista del medio oeste americano en viaje organizado. A pesar de la identidad catalana, lo que hay detrás es el mito de Carmen, la mirada de Merimée. Juan Antonio Gonzalo no es toreador, sino pintor, un artista que aborda a dos guiris norteamericanas en un restaurante de Barcelona y les propone llevarlas a Oviedo en su avioneta y encamarse allí con las dos. La identidad catalana se da la mano en las preferencias de la protagonista con la guitarra española.

Desde el primer momento se sabe que es un hombre colgado de su ex-mujer, María Elena, con la que tiene una relación modelo "ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio" y, naturalmente, las dos chicas comprenden que su misión en esta vida es ser la tercera en la cama de aquellos dos españoles tan fogosos y temperamentales.

Con todo, el problema de la historia no es la falta de verosimilitud, sino la inanidad de los personajes. Hay un momento cumbre en el que Juan Antonio (Bardem) se explica sentimentalmente ante Vicky:

"Como decía siempre María Elena, sólo los amores inalcanzados son verdaderamente románticos".

Hay otro momento cumbre, en el que el pintor habla con la chica de su padre, un personaje que parece extraído de Emmanuelle: es un poeta exquisito, pero se niega a publicar su obra. No debe de hacerle falta porque vive en una casona asturiana estupenda. Vicky pregunta por qué se niega a hacer beneficiaria de su talento a la humanidad. Y Juan Antonio responde:

"Porque después de miles de años de civilización, todavía no han aprendido a amar".

Insuperable. Mención de honor para Judy, una alcahueta otoñal interpretada por Patricia Clarkson, que intenta redimir su insatifacción por transferencia y trata de convencer a Vicky de que abandone a su marido por Bardem. Y todo así.

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Un actor a Contrapelo

Pepe Sancho es entrevistado hoy por Rafael J. Alvarez en la Última de El Mundo. En un mundo de voces tan unánimes como el del cine español llama la atención la disonancia, esa rotunda proclamación de heterodoxia. Vean una muestra:

P.- ¿El Gobierno tiene actores de reparto?

R.- Hay muchos actores progobierno. Estoy harto de la gente comprometida. ¿Comprometida con los que mandan, los que mandaron, los que mandarán, caducan los compromisos? Llevo años esperando que los actores se manifiesten por los principiantes, que cobran dos euros en contratos denunciables.

P.- ¿Con qué pie se levanta las ideas?

R.- En mi casa lo de derecha no se usaba. Y mi abuelo y mi padre en la cárcel, Valencia republicana... Carod al lado de la bandera republicana me da tanto asco que me he olvidado de la República. En mi mundo, la derecha sólo apoya a izquierdosos. Mire a quién dan las medallas Camps, Gallardón y Aguirre.

P.-¿Por qué lo llaman Transición cuando quieren decir Punto Final?

R.- La Transición no será definitiva mientras queden represores como Martín Villa. Teresa Fernández de la Vega es un ejemplo de dictador democrático: esto es así o es así.

P.- Estudiante, ¿cómo anda España de Educación para la Ciudadanía?

R.- Mal. ¿Es que no éramos ciudadanos los de antes? Me lleva a los 50, con el Cara al Sol en la pizarra. Que nos eduquen para ser ciudadanos no lo hubiera hecho ni Napoleón.