Memoria de terciopelo (5)

Su vida pública. De cómo Felipe acabó por enterarse de quién era aquel joven diputado de provincias. The sounds of silences, silence is golden and other hits

Y sucedió que José Luis fue elegido diputado por León en las elecciones de junio de 1986, a la temprana edad de 26 años. Cuenta que en aquella legislatura fue el diputado más joven del Congreso. En tanto que tal, le correspondía ser el primer parlamentario en subir a la tribuna en el acto de constitución de la cámara para leer el decreto de convocatoria y la lista de todos los diputados:

Y la imagen que conservo es que levanto la cabeza y me están mirando Felipe Suárez y Fraga. Pero simplemente me miraban [no te lo vas a creer, Suso, pero no me ad] es evidente que en aquel momento ninguno de los tres sabía quien era el que hablaba. [La vida es cruel e injusta a veces. Tal vez ninguno de los tres sabía que aquel joven no había reciobido ninguna bofetada de sus progenitores, ningún suspenso de sus profesores. Tal como confesaba ayer la hoy vicepresidenta: "en ese momento no hice una gran reflexión]. Es una de las vivencias que tienes, porque ahora, como presidente, a veces veo subir a la tribuna a diputados o diputadas jóvenes y me digo. "seguro que Felipe, cuando yo subí aquí, no sabía ni cómo me llamaba, ni de dónde era, ni luego se acordó más de mí". Y por eso, cuando es así, siempre pregunto quién es el que habla.

Hay más. Al joven parlamentario leonés le choca "el respeto impresionante" que se tiene a Felipe González:

A la gente le costaba saludarle, dirigirle la palabra, era como un acto de intromisión.

Tal vez los dirigentes políticos de entonces, los de generaciones pasadas, no tenían el suficiente sentido de la anticipación y no podían imaginarse que 18 años más tarde aquel joven iba a ser presidente del Gobierno. Tempus fugit, ya lo dijo Cicerón y el libro de Suso/Zapatero hace una elipsis de 14 años, que va desde su estreno parlamentario hasta el Congreso del año 2000. de todos esos años, apenas un testimonio de Julián Lacalle, que confiesa sus intentonas de que aquel ejemplar diputado de provincias se diese a la bebida:

En aquella época, cuando era diputado en Madrid, cuando otros andaban por ahí, él se marchaba temprano para su hotel, se levantaba de madrugada para leer el periódico del día [hermosa antonomasia, vive Dios] y luego volvía al hotel. Lo máximo que le vi beber fue un segundo gin-tonic. Y me costó mucho trabajo.

En marzo de 2000, el PP ganó las elecciones por mayoría absoluta y en la misma noche electoral, Almunia anuncia su dimisión como secretario general. En su círculo empieza a cuajar la iodea de presentar la candidatura de Zapatero. Él se deja querer pero hace saber discretamente que para jugar necesita el aval de Felipe. Trinidad Jiménez prepara la cita. Lo cuenta su primo:

Felipe le habilita, le autoriza a luchar. Pero no lo inviste. (...) ¿Que si se midió con él? Sí, porque hablaba con él, en realidad de sustitituirlo a él. Para Felipe aquello era "vienes a decirme que vas a luchar". [El retrato es impresionante: Casa de los Corleone. Interior día. Marlon Brando en penumbra, con fondo de persiana de lamas, dice al empresario de pompas fúnebres: "Vienes a verme el día de la boda de mi hija...]

Lo que dota a la obra del evangelista Suso de un carácter excepcional, no es sólo la disposición del escribano, sino el carácter coral de la hagiografía. Suso de Toro se pone épico para relatar una serie de anécdotas perfectamente triviales, narradas como extraordinarias gestas, en plan yo lo conocí cuando no era nadie. Ya en su manera de decirte 'buenos días' había algo que te arrebataba... Así, por ejemplo, cuando Antonio Cuevas cuenta que en una gasolinera comían bocadillos a las cuatro de la mañana:

"Tómate un bocadillo" le decía, pero él tomaba almendras y avellanas y por el camino yo le digo: "Así se hacen las cosas". Y yo creo que él me miraba como diciendo: "¡joder! si yo sé cómo hay que hacerlas!" [Testimonio indirecto, se llama el artefacto narrativo. "Protesto", diría el abogado de la parte contraria en un 'trial film'].

Los testigos incurren en las mismas contradicciones que el protagonista del libro. Cada recuerdo, cada anécdota está contada para definir desde distintos ángulos la vigorosa personalidad del líder. Pero sucede que los testimonios se anulan entre sí. Es pasa cuando se destacan sus silencios, su intensa manera de callarse: "Pero él, nada, concienzudo, midiendo sus tiempos", dice Julián Lacalle. "Midiendo sus tiempos y midiendo todo siguió tomando su sopa tranquilamente", dice Torres Mora.

Esa manera de estar callado. Después de la conversación con Felipe cambio de impresiones entre Lacalle y Caldera:

"¿Y qué impresión ha sacado Felipe?""Es que (José Luis) no ha hablado nada. ¡Ha estado las tres horas escuchando!".

Esto era lo normal con FG. Contaba Umbral que a la salida de una de las cenas de la Bodeguilla, en la que sólo habló Felipe, un perplejo Fernán Gómez preguntaba: "Y este señor, ¿Por qué nos llama para hacer tertulia si ya se lo sabe todo?" En aquella ocasión, frente al neófito, González no hizo excepciones y monologó, pero Zapatero no perdió el tiempo:

"He aprendido más de Felipe en tres horas de conversación que en muchos años de vida política".

Mientras unos lo describen midiendo sus tiempos (y el fondo de la piscina) con su infalible ojo clínico, Antonio Cuevas pone el 'quid' en la sobre determinación de la voluntad:

La virtud de José Luis es decir: "Si queremos hacer esto, pues hagámoslo".

La aventura loca y el aventurero cuerdo. Y su peligrosa afición a las metáforas:

Hombre, esto es un trasatlántico. Te pueden comer los tiburones en seis meses. Y yo la única experiencia que tengo es dirigir una barca.

Los legendarios tiburones perezosos de los trasatlánticos. Ninguno de sus leales ha sido capaz de corregirle y explicarle que en un trasatlántico estás más lejos de los tiburones que en una barca. Es, también, más difícil que naufrague. Tal vez sean todos de secano.


Pie de foto.-Felipe, yo no soy digno, pero una sola palabra tuya bastará para aprobarme. Bueno, también bastaría una mirada.