Nadie me mata, me mata, ay, nadie me mata

Ayer comparecieron ante el juez los dirigentes socialistas Patxi López y Rodolfo Ares para declarar por la entrevista que mantuvieron con los representantes de Batasuna, Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria y Olatz Dañobeitia en un hotel de San Sebastián en julio de 2006..

Ambos precisaron que el encuentro se mantuvo con dirigentes de la "izquierda abertzale" y que desconocían qué representantes de esta sensibilidad política iban a acudir al encuentro. Además, precisaron, según García-Capelo, que no sabían que Otegi, Etxeberria o Dañobeitia "fueran dirigentes de Batasuna, amparándose en que, al ser una organización ilegal, no puede existir".

Impresionante. A partir de aquí ya se puede entender retrospectivamente el optimismo que animaba al Gobierno y sus aliados respecto a lo que llamaban 'proceso de paz': ETA es una organización ilegal; por tanto, no puede existir, ni actuar: no es nadie. Cuando los terroristas vuelvan a lo que solían, haremos la denuncia de Polifemo: "Nadie me mata".

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Cada uno reconoce a los suyos

El País consideraba en su editorial del 29 de julio de 2006, que era hora de resarcir a las víctimas del franquismo, porque las víctimas de la República ya fueron resarcidas durante la dictadura. Lo decía con estas palabras:

"Pero esa diferencia de opinión no debería existir sobre el tratamiento de las víctimas. Y más en concreto sobre el derecho de las víctimas del franquismo -las causadas por este régimen durante la Guerra Civil y a partir del 1 de abril de 1939- a que se las trate como lo fueron mucho antes las víctimas causadas en el bando republicano. Salvo que se piense que unas, las del bando vencedor, son de una calidad moral y humana superior a las del vencido. Pero no puede ser que existan en la España de hoy fuerzas políticas o sociales capaces de hacer esos distingos."

Es justo al revés. Hay fuerzas políticas entre los socios del Gobierno que consideran que los muertos del bando vencido son de muy superior calidad moral a las del vencedor. El Conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya, Joan Saura, en su propio blog. Lo del bando vencedor, en todo caso, es discutible. Para eso estamos empujando la Ley de memoria histórica, para que gane la guerra con efecto retroactivo quien debió ganarla en su momento.

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Silogismo.-Si la Justicia franquista era ilegítima, su falta de legitimidad afectaba tanto a sus condenas como a sus rehabilitaciones. Y que cada cual se haga cargo de los suyos. Repásese el argumento de Saura: los defensores de la libertad (incluido Agapito García Atadell) deben ser honrados por la democracia. Las víctimas de los defensores de la libertad merecen lo que tuvieron: una reparación ilegítima. ¿Lo de Paracuellos? No fue ejemplar, pero ya les honraron los suyos, al convertir en cementerio las siete gigantescas fosas comunes en las que enterraron sus restos y poner cruces sobre ellas.

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¿Y los del POUM de Barcelona?¿Deben ser honrados por la democracia en tanto que izquierdistas represaliados o eran fascistas, en tanto que víctimas del PSUC? Trotskistas y anarquistas masacrados por los estalinistas, lo contó en Homenaje a Cataluña George Orwell.

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El editorial de El País de hoy, tras la inevitable cláusula de salvaguarda, concluye con una reflexión interesante:

Ya se ve, por tanto, que la memoria histórica sigue provocando división entre los partidos e incluso dentro de ellos. Y aunque sea inaceptable la pretensión del PP de imponer su veto, el asunto invita a pensar si no fue un error de Zapatero poner en primer plano de su programa proyectos que por su naturaleza requerían un consenso demasiado improbable.

Salvo que no se trate de un error y su objetivo sea, precisamente, condenar a la oposición al ostracismo.