Hace un año que yo tuve una ilusión

Quédense con los dos primeros versos de la canción de Alfredo Sadel, porque la historia está desarrollándose ante nosotros. Algunos sosteníamos que el cambio en Euskadi, la recuperación de la convivencia, el fin del terrorismo etc. requerían un acontecimiento previo: la pérdida del poder del PNV. Les haré una confesión: la noche de autos me pertrechado con una cena ligera y una botella de Spiritu Sancti, el vino que Gerard Depardieu hace en su bodega de Toro, Domaine Magrez., vino que me fue revelado en Lavinia por Carlos Herrera.

Lo encontré muy apropiado para una ocasión especial, con el propósito de bebérmela pausada y ordenadamente, mientras veía el escrutinio de los resultados y me disponía a escribir un análisis de urgencia para El Mundo si y sólo si, los resultados avalaban un cambio de inquilino en Ajuria Enea. Tiempo tendría para la pesadumbre posteriormente, pero la posibilidad de que las empecinadas tonterías de Ibarretxe supusieran para él un coste político, merecía ser celebrada.

Ha pasado un año, que ha supuesto una descompresión notable en la vida vasca. La creencia nacionalista de que se iba a desatar una intifada nacionalista contra los usurpadores no se ha demostrado con mucho fundamento y el espacio público ha dejado de ser coto privado del nacionalismo más radical y apegado al terrorismo, lo que ha determinado un achique del espacio social en el que acostumbra a moverse. Probablemente haría falta más de una legislatura para que el cambio se asentara y eso no está garantizado, no sólo por factores exógenos, como la eficaz e indesmayable tarea de oposición que ejerce el PNV, sino por el propio equilibrio de la extraña pareja: la única fórmula de Gobierno no era la deseada por el partido gobernante, que había soñado con superar al PNV para poder gobernar en coalición con él. Sólo un apoyo gratuito del PP ha hecho posible el Gobierno de Patxi López, pero, ¿podrá reeditarse este acuerdo en una próxima legislatura?

Según nos acerquemos al momento electoral es previsible que el PSE empiece a mostrar la incomodidad del pacto con el PP y éste puede encontrarse incómodo en una reedición del pacto bajo los mismos supuestos. Por más que Patxi les exponga como cruda realidad: "éstas son lentejas", un partido que renuncie a defender el mandato representativo de sus votantes (y las aspiraciones de cargos de sus dirigentes) tiene un grave problema a medio plazo. Bueno, todavía quedan tres años.