En el país de Pierre Mènard

“Era uno de los nuestros”, dijo ayer el lehendakari en su declaración sobre el asesinato del inspector de Policía Eduardo Puelles, perpetrado por ETA a las 9 de la mañana en el municipio de Arrigorriaga. Hace nueve años, el 8 de agosto de 2000, tras el asesinato del empresario nacionalista José María Korta en Zumaya, el entonces dirigente nacionalista Román Sudupe, dijo en su condena: “Era uno de los nuestros” .

Hace ya mucho tiempo que Pierre Mènard, el extraordinario personaje de Borges que escribió el Quijote, está avecindado en el País Vasco. Tantos, que su versión de la obra de Cervantes nada tiene que ver con la original, pese a estar escrita con las mismas palabras, dispuestas en el mismo orden. El era uno de los nuestros del lehendakari López no quiere decir los mismo que el de Sudupe.

El nosotros implícito es distinto. La incredulidad de quien se siente injustamente atacado por compatriotas: era uno de los nuestros, un nacionalista. ¿cómo han podido hacerlo?, admite dos reacciones: la melancólica y dolorida, que se dirige en tono de reproche a los asesinos, miembros del mismo nosotros nacionalista, para hacerles ver lo injusto de su actitud. Una segunda interpretación posible es que el ‘nosotros’ incluya sólo a los miembros de su partido, para recordarles que la víctima era un nacionalista, y que eso no ha impedido que ETA lo asesinara. En cualquiera de los dos casos expone una realidad: ETA, nacida para luchar por los mismos objetivos que pretende el PNV, está matando a quien no debería matar.

La palabras del lehendakari López, en cambio, tienen un nosotros mucho más amplio e inclusivo.” Era uno de los nuestros” quiere decir en boca del lehendakari López un miembro de la sociedad democrática contra la que atentan los liberticidas. Fueron las suyas las palabras más justas, piadosas y balsámicas* pronunciadas ayer por ningún responsable público. Nunca antes se había expresado así un lehendakari. Si me apuran, ni siquiera el lehendakari López antes de serlo:

"Los terroristas han acabado con la vida de un trabajador de este pueblo, cuyo único delito ha sido garantizar la seguridad y la libertad de los vascos y velar por el cumplimiento de la ley y del Estado de Derecho. Eduardo Antonio Puelles, como todas las víctimas del terrorismo, era uno de los nuestros, un defensor de Euskadi y de los vascos (…) Vamos a acabar con ellos, aplicando toda la fuerza del Estado de Derecho, de la ley, para no dar ni un minuto de respiro a los violentos (…) Ellos nos han enseñado el camino del dolor. Nosotros les vamos a enseñar el camino de la cárcel"

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*Apunte muy al margen: Balsámicas, que tienen cualidades de bálsamo, ungüento para las heridas. (Nota que espera comprensión de Arcadi Espada, Philip Corbett y los lectores del The New York Times. Otro tanto digo para la palabra ‘ungüento’.)