Y no estaba muerto, leré,
que estaba tomando cañas

'El capitalismo ya estaba muerto' es la sorprendente revelación de Suso de Toro en su tribuna mensual de 'El País'. La mirada del lector queda atrapada por un sumario bajo el nombre y la foto del escritor de cabecera:

"¿Nacerá una ideología fruto de esta nueva época y que la explique?"

Es la penúltima frase del artículo. Le sigue este broche de oro con diamantes:

"¿Podrá ser compartida por una mayoría de los habitantes de este país, la Tierra? África incluida."

No se enreden en la estrategia de Suso con los signos de puntuación y vayamos al corazón de sus tinieblas. El mundo entero es un Bilbao más grande, ya lo dejó escrito Unamuno. Parece que Suso busca una explicación, y esta ideología o explicación que busca nos la piensa pagar, como diría Pepe Isbert.

En realidad, nos la ha pagado ya. En este impagable primer párrafo:

La historia es algo que inventamos los occidentales y que vive en nuestra imaginación; nos pasamos la vida creyendo que son cosas que pasan ahí fuera, casi siempre lejos. En cambio, nos ocurren cosas que son reales y definitivas pero nunca acaban de sonar trompetas anunciando el descorrerse de los paños que ocultan algún arcano. Si es posible reconocer las cifras de la vida será en sucesos de apariencia modesta, como aquella ocasión en que unos jóvenes, los jóvenes ya se sabe, se subieron a un muro riendo y lo saltaron para uno y otro lado; fue en Berlín hace 19 años. Veíamos aquella espléndida gamberrada en la pantalla del televisor y mi amigo Camilo Nogueira comentó con naturalidad: "Acabouse o capitalismo". Costaba ver en aquello las letras mayúsculas de la historia, mucho más el final del capitalismo cuando lo que se desplomaba era el socialismo, pero creo que era cierto.

Suso y su amigo Camilo recuerdan al personaje de Daniel Brühl, el protagonista de 'Good bye, Lenin!', cuando fabricaba telediarios caseros con un amigo, para que su fanática madre d no se enterase de que había caído el muro de Berlín mientras ella permanecía en coma y que la RDA no existía, pese al gigantesco globo de Coca-Cola (*) que pasaba por delante de su ventana. En un momento dado comienzan a mostrar imágenes de lo que Suso consideraba un suceso de apariencia modesta, una gamberrada de jóvenes que subieron a un muro cantando y riendo, mientras el locutor comentaba la noticia:

El desempleo que ensombrece las perspectivas de futuro y la proliferación de partidos neonazis en Alemania occidntal han empujado en los últimos meses a muchos de su ciudadanos a renegar del capitalismo y buscar una nueva vida en nuestro país de obreros, proletarios y campesinos.

El muro de Berlín como construcción del capitalismo para defenderse de la superioridad moral del comunismo. No es una idea disparatadamente genial de un guionista. Es lo que Suso llama 'una ideología', una explicación del mundo, que en España tiene mucho adepto.

"Dadme un punto de apoyo y y moveré el mundo", dijo Arquímedes para formular la ley de la palanca. La frase de Camilo Nogueira que hoy nos descubre Suso es la piedra angular del edificio conceptual de la nueva izquierda española, el punto de apoyo transformador. Se ha dado mucha importancia a las elecciones estadounidenses, viene a decir De Toro. La trascendencia de la victoria de Obama es inmensa para la sociedad norteamericana, pero no lo es tanto para el resto del mundo:
Obama es la última carta para intentar actualizar un liderazgo mundial, como manifestó en su pasado discurso en Berlín, pero llega tarde, pues la vida no se ha detenido durante estos pasados años de fantasías imperiales. A Obama le corresponderá hacer bajar a la sociedad norteamericana a la realidad.
Así está el tema. Es la vida explicada por la generación tv, tal como lo explica Arcadi Espada en esta magistral definición:

Es decir de jóvenes que han llegado al uso de razón en la época atronadora, triunfante de la televisión. Muchos de sus vicios intelectuales delatan su filiación generacional; pero en especial uno: la mirada sin relieve sobre lo real que observo en muchos de ellos. Son chavales que no han vuelto sobre el párrafo. Y que tampoco han hecho clic sobre el ratón, indagando. Sus armas lógicas parecen a veces bloqueadas por la gramática de un serial convencional. Por ejemplo, son grandes fanáticos de la falacia que lo que sucede después de algo sucede a a causa de ese algo. Les cuesta comprender todo aquello que no pueda encarnarse. Su curiosidad intelectual no rebasa la de un aseadito plano medio. Y se sienten deslumbrados por los sentimientos.

Ciertamente, Vicenç Navarro no pertenece a la generación tv, sino a la del cine en blanco y negro, pero la juventud es un estado del alma y es perfectamente posible volver a la primera juventud, incluso al acné, gracias a la memoria histórica. Es el caso que el catedrático Navarro ha escrito una carta a El País para ajustar cuentas a Javier Pradera por un artículo perfectamente razonado y razonable a propósito de la aventura equinoccial del juez Garzón:

"Es más, referirse a otra ley, la Ley de Amnistía, como justificante de que no se realice el juicio es ignorar que la propia Ley de Amnistía era una ley que traducía la enorme debilidad de las izquierdas, consecuencia de la propia existencia de la dictadura. El hecho de que la aprobaran y la derecha se abstuviera es el mejor indicador de que los primeros querían sacar a los suyos de las cárceles, mientras que los segundos se sentían suficientemente seguros (controlaban los aparatos del Estado) para no necesitar una ley de punto final."

El muro, como construcción del capitalismo y la amnistía como un trágala del bunker franquista, que no cejó hasta conseguir que el último etarra (incluso los condenados por delitos de sangre) fuera puesto en libertad. ¿Quién no recuerda las manifestaciones de la ultraderecha bajo el eslogan "Libertad, amnistía, estatuto de autonomía"?
________________________________
(*) "¿La Coca-Cola es una bebida socialista?-preguntaba la madre-"Yo creía que era anterior a la guerra".