La mauvaise reputation

Ah, los micrófonos abiertos, esa ventana indiscreta por donde salen al aire palabras que fueron dichas para la intimidad, o al menos, para la confidencia, donde el hombre público se muestra más coloquial y menos circunspecto, apeado de la peana, si me permiten la aliteración. Estas perlas que pasan al dominio público gracias a la torpeza en el manejo del interruptor que tienen todos los micrófonos o al lector de labios que algún medio aposta en lugar estratégico, dan luego mucho juego a columnistas y tertulianos. Recuerden el "manda huevos" de Trillo; el "hay que cerrarlo como sea", de Zapatero, el "eso te lo enseño yo en un par de tardes" y el "todavía tiene que pasar un tiempo antes de que un charnego pueda ser president", de Jordi Sevilla y el "¡qué coñazo les he soltao!", de Aznar.

Ayer, en un acto partidario, Rajoy incurrió. Y dijo:

"Mañana tengo el coñazo del desfile... En fin, un plan apasionante."

Es de notar que las indiscreciones de nuestra derecha tienen una orientación más genital que las de la izquierda, entre el coñazo de Aznar y Rajoy y los huevos de Trillo. Es también reprochable al señor Rajoy una cierta condición de capitán Araña: el año pasado invitaba a los españoles a participar en un coñazo. Digo cierta, porque a diferencia del legendario caiptán, que embarcaba a los demás, el presidente del PP es un caballero: después de embarcar a los demás en el coñazo, él lo hace también y, supongo que con resignación, toma su puesto en cubierta.

Debo confesar que una de las herencias de un pasado izquierdista es un considerable desapego a la marcialidad:

Le jour du Quatorze Juillet
Je reste dans mon lit douillet.
La musique qui marche au pas,
Cela ne me regarde pas.

La canción se titulaba 'La mauvaise reputation'. Nuestro Paco Ibáñez había traducido la estrofa por:

El día de la Fiesta Nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.

O sea, que entenderle, le entiendo. Por otra parte, es característica del ser humano expresarse de manera distinta en público, atendiendo a nuestras responsabilidades, que en privado, cuando nos desencorsetamos y nos expresamos con más desinhibición. Nadie se expresa ante sus hijos igual que mientras toma una copa con amigos. Ningún político habla igual en sus discursos y arengas que en los descansos, con su jefe de prensa o incluso con los periodistas. Pero a veces, como le pasó ayer a Rajoy, hay un micrófono abierto, te pones coloquial y, como diría ese gran tipo que es Pere Navarro, director general de Tráfico, que siempre tiene los micrófonos abiertos:

"¡La cagaste!"