Esta tarde gran manifa

José Alcaraz fue elegido por una incontestable mayoría de las víctimas del terrorismo encuadradas en la AVT. No es una responsabilidad menor, aunque tampoco mayor. La sensibilidad de las víctimas debe ser una de las cuestiones que todo gobernante o aspirante a ellodebe tener inexcusablemente en cuenta, pero eso es todo. Alcaraz no ha sido elegido por los ciudadanos españoles para definir la política antiterrorista.

Diez días después vuelve a ponerse sobre el tapete la cuestión que suscitó alguna polémica en las bancadas de la Argos, contenida en el artículo de Florencio Domínguez: la necesidad de que la AVT aprenda a modular sus reacciones y a distinguir los ámbitos de las propuestas.

Esta discrepancia no tiene relación con las condiciones impuestas por Alcaraz: instar hoy mismo la ilegalización de ANV y dejar sin efecto la autorización para negociar con ETA aprobada por el Congreso el 17 de mayo de 2005.

Creo que el Congreso de los Diputados debería revocar dicha autorización. En este blog ha quedado reiteradamente expuesta y combatida la increíble argumentación de las dos ANVs para legalizar una y la incongruencia de la resolución parlamentaria: imponía como condición una clara e inequívoca voluntad de abandonar el terrorismo que nunca se dio y que requirió la invención de de una ridícula verificación por parte del Gobierno. La permanencia de una resolución como la descrita tras el asesinato de Capbreton constituye una garantía para los terroristas de que, hagan lo que hagan, si algún día deciden abandonar la violencia, encontrarán un Gobierno dialogante al otro lado de la línea telefónica. Last, but not least, el Gobierno y sus socios deberían modular sus respuestas al terrorismo.

Es legítimo y desde mi punto de vista necesario que el único partido de la oposición insista en ambas cuestiones. También lo es que la AVT tenga una posición sobre ellas. Pero es un error extraordinario ponerlas como condición inexcusable para asistir a la manifestación de esta tarde.

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Lo que ya sabemos

El sábado pasado, Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, explicó el crimen de Capbreton en los términos siguientes:

"Han entrado en una cafetería, al parecer había tres presuntos etarras en la mesa. No sabemos por qué se han debido reconocer y el resultado es que cuando han salido los guardias civiles han salido detrás los tres etarras, dos hombres y una mujer. Ha habido una discusión y ha acabado con un tiroteo".

¿Es posible que el encuentro fuese fortuito, otra palabra que pronunció el ministro al describir los hechos? Lo es, así lo indica la inexistencia de un plan de fuga. Por otra parte, en la existencia de ETA hay muchos asesinatos decididos sobre la marcha, lo dice muy razonablemente Florencio Domínguez en su artículo de hoy.

Hoy ya sabemos que el resto de la versión de Interior no describe con precisión los hechos: No hubo reconocimiento mutuo entre los guardias y sus asesinos. Sólo estos reconocieron a aquellos, como es obvio. No era creíble que dos guardias civiles reconozcan a un comando etarra y se vayan dándole la espalda. No hubo una discusión que ha acabado con un tiroteo. Los terroristas encañoraron a sus víctimas, uno de ellos registró mientras el coche, quizá buscando pruebas de que eran miembros de los Cuerpos de Seguridad, y después, los tirotearon.

No sabemos qué llevó a Rubalcaba a improvisar una versión tan improbable de lo acaecido. Quizá trató de soslayar algo que ya es de dominio público: que las víctimas iban desarmadas en cumplimiento del protocolo de actuación en otro país, pero en este asunto no es tan relevante que el significado del término 'tiroteo' acoja también el uso que el ministro ha hecho del mismo. Lo improcedente del relato reside en haber transformado un verbo transitivo en impersonal. Es un maestro.