Los problemas de Francisco Camps

El presidente de la Generalitat valenciana tiene dos problemas: uno con el Código Penal y otro con la sintaxis. El primero es el artículo 426 que define la pena que corresponde al delito de cohecho pasivo impropio:

"La autoridad o funcionario público que admitiere dádiva o regalo que le fueren ofrecidos en consideración a su función o para la consecución de un acto no prohibido legalmente, incurrirá en la pena de multa de tres a seis meses."

Es un artículo con el que el legislador probablemente quiso proteger la honestidad de los servidores públicos, un escapulario con un detente bala. Es sin duda un mal artículo del Código Penal. Su aplicación sistemática sentaría en el banquillo a toda la clase política española con algo de mando en las instituciones, de concejal para arriba.

Camps puede quejarse con la letra de una canción infantil de antaño:

Muchas gracias, jardinero,

por el gusto que has tenido.

Tantas niñas en el corro

y a mí sola me has cogido.

Va a ser el primer procesado en aplicación del citado artículo. ¿Quiere decir esto que el Tribunal Supremo se lo ha aplicado graciosamente? Los jueces interpretan las leyes. Muchas veces se ha invocado últimamente el famoso artículo 3.1 del Código Civil:

3.1. Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas.

Están la cuantía de la dádiva, la proporcionalidad y la personalidad del generoso. No es lo mismo regalar una botella de vino o de champaña que un rólex de oro. De ahí que la equiparación propuesta en su día por Rita Barberá no sea de recibo. Las panderetas de anchoas del populista Revilla a Zapatero no son los trajes de Camps, si en la vista se demuestra que éste recibió los trajes sin pagar. Ni el presidente de Cantabria es el cabecilla de una trama corrupta, como Alvaro Pérez, ni, como sostiene el Supremo, hizo el regalo con opacidad, sino a la vista de Dios, de su taxista y de los periodistas convocados para el evento en La Moncloa. Se mire como se mire, lo de los trajes tiene otros significantes. Basta imaginarse la cita en la habitación del presidente en un hotel madrileño. El sastre con su alfiletero y su cinta métrica, el hombre en calzoncillos y su sastre, confesor laico, midiéndole el tiro de la entrepierna mientras pregunta: "Y usted, excelencia, ¿hacia dónde carga?"

La épica es difícil con los héroes en gayumbos, es lo que tiene. Luego, la combinación de lo antedicho con su extraña manera de expresarse, producto, quizá, de un alma barroca y fallera, es un combinado fatal para él: "Hoy estoy más feliz que ayer. Esto termina antes de lo que imaginaba."

Camps ha sido el primero, como queda dicho. Eso no quiere decir que vaya a ser el último. El presidente del tribunal que ha revocado la sentencia del TSJ de Valencia, es Juan Saavedra, el mismo Juan Saavedra que va a presidir las tres composiciones distintas de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que va a juzgar a Baltasar Garzón por abrir un proceso penal al franquismo sin tener competencias para ello, por pedir financiación para unos cursos a un banquero que después tuvo un asunto que el juez archivó en lugar de inhibirse y por no respetar el derecho a la privacidad de los procesados del caso Gürtel con sus abogados.

El mismo juez Saavedra tendrá que acordarse al juzgar la segunda causa citada de que él mismo ha procesado a Camps porque la dádiva fue hecha y recibida en función de su cargo. En el caso de Garzón se enfrentará no ya al regalo, sino a la petición: una carta a Querido Emilio, en la que el juez reivindica su condición de magistrado-juez en Nueva York, a unos 5.900 kilómetros de la Audiencia Nacional. Otro asunto será el de Bono, aunque su constructor no sea delincuente: ¿Por qué le hace una permuta en la que él entrega un piso en Mirasierra, de 137 metros, 580.000 euros a cambio de dos áticos en Estepona, con terrazas, 267 metros y 925.000 euros?¿Para que quiere un constructor un piso usado? Una eventual condena de Camps debería llevar de oficio a Bono hacia el banquillo.