¿Qué tengo que hacer para que se fijen en mí?

Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner, a medio camino entre Eva Duarte de Perón y Marilyn Monroe, tuvo esperando una hora y media a los líderes europeos e iberoamericanos que participaban en la cumbre entre la Unión Europea y Mercosur. No es de extrañar, en consecuencia, que al llegar y ponerse en su lugar para la foto pillara a sus homólogos con la conversación ya iniciada. En cualquier caso, esta circunstancia le ofreció la posibilidad da darse un último toque a la melena, momento que recoge la foto de Efe que El País saca en su portada.

Durante su estancia en Madrid, también aprovechó para recibir a Baltasar Garzón junto a su esposo y antecesor en el cargo, Néstor Fernández de Kirchner, en la Embajada argentina en Madrid, de lo que da cuenta otra foto de Efe que hoy publica en su portada el diario El Mundo. 'Miradas oblicuas', podría rezar el pie de foto, sin ánimo de señalar.

La presidenta argentina se hizo depositaria de un sentir colectivo, no sé si de los argentinos o de la familia Kirchner: "Estamos preocupados, sorprendidos y dolidos", dijo la presidenta argentina, que calificó la suspensión de Garzón acordada por el CGPJ como "una regresión den la concepción de la justicia universal en materia de derechos humanos".

Que la presidenta argentina opine sobre el caso Garzón me parece bien. Ya no tiene sentido acotar nacionalmente el terreno de las opiniones y no puedo dejar de recordar la impresión tan positiva que nos produjo aquel discurso del Rey en su primer viaje a Argentina, cuando le habló de los derechos humanos al dictador Jorge Rafael Videla en vivo y en directo. Establecer comparaciones entre ambos momentos será un problema intelectual de quien lo haga. Centrémonos en la señora Kirchner. Sus palabras denotan una enfermedad de nuestro tiempo: exhibir opiniones tan legítimas como estúpidas. Demos la vuelta a la tontería: Allá en Argentina, en cambio, cuando un juez es procesado y se le sienta en el banquillo, sigue ejerciendo su función jurisdiccional. Es más: después de ser condenado si lo es, también.

Esto me recuerda a la anécdota que me contó una amiga mía: En San Sebastián, matrimonio de turistas mexicanos de la tercera edad frente a un paso de peatones con el semáforo en rojo, emitiendo las señales acústicas que en algunas ciudades son preceptivas. "Eso, ¿qué es?", preguntó la mujer. "Es para los ciegos, señora", le dijo un aborigen que esperaba a su lado, a lo que la señora se volvió hacia su marido y dijo en tono admirativo: "Fíjate. Y allá ni siquiera les permitimos manejar".