Ya que les privamos de libertad
no les quitemos la ilusión

La pena de privación de libertad no es ya lo que era antaño: un castigo por delinquir, una medida de seguridad, para apartar de la sociedad a los individuos peligrosos, una retribución a las víctimas y una ocasión para la reinserción social del penado. Ahora lo que domina es el último aspecto. De ahí que no se descuide ningún aspecto de la vida social de los internos, seguramente con el fin de que el día de su libertad no se encuentren inadaptados en el calle.

Quizá por eso, en la cárcel de Picassent, en Valencia, se organizó el pasado día 2 un festival que incluía un striptease, protagonizado por la artista que ven ustedes en la foto, de nombre en el arte, Daniela. La joven se embadurnó el cuerpo con leche condensada, se dirigió hacia algunos reclusos "para que pudieran frotarse con ella" y a algunos de ellos, según el sindicato, de prisiones Acaip, llegó a "acariciar los genitales". Pero el número erótico no terminó ahí. Como punto final a la actuación le introdujo a un preso un vibrador en la boca.

Cuenta Las Provincias que ante tal espectáculo, los ánimos entre los reclusos, que llegaban a 200, comenzaron a subir de temperatura. "Hubo tensión", confirman las asociaciones de trabajadores. Hasta tal punto que algunas funcionarias presentes en la sala abandonaron el lugar "al sentirse degradadas", pero también al ver amenazada "su integridad".

El asunto no es solo degradante para las funcionarias; lo es para los propios reclusos en primer lugar, para Instituciones Penitenciarias y para el Ministerio del Interior. No puede ser que a los violadores se les entretenga con espectáculos sicalípticos mientras llega su fin de semana en abierto. Calentar por la banda se llama esa figura.