Hasta aquí llegó (Alonso, 18 de enero de 2010)

Están ustedes informados de la negativa del Ayuntamiento de Vic a empadronar a los inmigrantes indocumentados, en un caso que rezuma contradicciones por donde quiera que se le mire. Recuerden que fue en junio de 2004 cuando sonó con fuerza el "Papeles para todos", con motivo de un encierro de inmigrantes en la catedral de Barcelona. Los mismos que lo gritaban entonces, el tripartito nacional, son los que gobiernan hoy el Ayuntamiento de Vic.

Para reforzar sus posiciones, el Gobierno municipal ha encargado un informe al despacho de abogados de Roca Junyent. Es viejo principio que quien paga al gaitero pide la tonada y el informe dice que no es ilegal negar el empadronamiento a inmigrantes indocumentados. Es admirable que los del triparto, tan reacios al Tribunal Constitucional que están descalificando su sentencia sobre el Estatut antes de que exista, tengan tanta fe en el dictamen de un despacho. Finalmente, parece que los socialistas de Vic parece que van a acatar la orden de Madrid.

Otra contradicción es que la Ley de Bases de Régimen Local obligue al empadronamiento de los ilegales, mientras la Ley de Extranjería obliga a su expulsión. Vean ahora el rompeolas de todas esas contradicciones y algunas más: el titular de El País que hoy ilustra este comentario. No es un titular creativo, corresponde exactamente al contenido de las declaraciones del portavoz del grupo parlamentario socialista en el Congreso, José Antonio Alonso.

No sé qué es más admirable, si un sectarismo tan químicamente puro que es inasequible a los hechos o la consistencia facial precisa para despreciar de manera tan obscena la inteligencia de su público. "Contra el pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad", había proclamado Gramsci, pero no estoy seguro de que se refiriese a esto. Alonso debería hacérselo mirar. No ya para que nos muestre un poco más de respeto, sino para que se lo tenga a él mismo, para no avergonzar a su hijo, que, si bien no tiene edad para leer periódicos por internet, puede verle y oírle en los terediarios (© Juante).

Otra cuestión interesante es que ese titular se haya caído en la versión escrita del periódico, que los diarios empleen sus versiones digitales como un cajón de sastre, donde cabe todo y sólo las piezas más adecuadas merecen los honores de la letra impresa. ¿Deben los periódicos publicar cualquier cosa, por disparatada que sea, siempre puedan colgarla de un entrecomillado o deberían despreciar aquellas que no fueran relevantes o fuesen falsas, o malévolas o simplemente estúpidas o cuarto y mitad de todo ello, como las que nos ocupan hoy?