En ¡Basta Ya!
Santiago González

Nadie deduzca de estas palabras que Zapatero se dejó llevar por el triunfalismo o la autocomplacencia. La característica de los líderes rigurosos es esa sinceridad que les lleva a explicar a su gente lo que les espera: «no tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
Nuestro dirigente máximo no se dejó llevar por el triunfalismo y, cautamente, advirtió: “será largo, duro y difícil, tendrá altibajos, pero el objetivo es tan importante para Euskadi y para el conjunto de España que va a continuar, merece la pena”. Es verdad que la derecha extrema y sus terminales mediáticos quisieron sacarle punta a la aseveración que hizo el 29 de noviembre: “Dentro de un año estaremos mejor que hoy”.
a) que el presidente dijo “dentro de un año, no dentro de un día”
b) que en realidad ya tenía previsto que podrían suceder ‘accidentes’ en el proceso; de ahí lo de largo, duro y difícil.
Habría que tener en cuenta, además, que la víspera de esta declaración era la festividad de los Santos Inocentes.
Que así y todo, tuvo la gallardía de reconocer su error (que en realidad no era tal) en el Congreso de los Diputados. No le valió de nada; es casi mejor no tener detalles con según qué gentes.
Es verdad que el presidente le entró la pájara después de la T-4 y fue incapaz de expresar con toda rotundidad si consideraba roto el proceso. Lo declaró suspendido y luego delegó en Rubalcaba para que diera más detalles. El ministro del Interior, ante las preguntas del diputado de la oposición Ignacio Astarloa, se expresó en términos que parecieron más claros e inequívocos a la concurrencia: “El proceso está roto, está liquidado, está acabado, no hay proceso, porque ETA lo ha roto. ¿Le parece bien así, señor Astarloa?”
Pero las palabras, también lo había previsto él, han de estar al servicio de la política y no al revés. Por eso Arnaldo Otegi no consideró que el atentado había roto el proceso y ETA ni siquiera pensó que semejante tontería pudiera ser interpretada por nadie como una ruptura del alto el fuego. Ayer se cumplían cuarenta días sin muertos y Otegi hizo una propuesta sobre Navarra, como remate a tres días en los que se puso en evidencia a los cuerpos de Seguridad con el número de la entrega de los 18 en el frontón de la Esperanza, a Instituciones Penitenciarias y el Ministerio del Interior con la entrevista a De Juana Chaos en el Times y los dos artefactos en la estación de Lutxana-Barakaldo.
¿Se ha vuelto al diálogo? Hay quien dice que desde el mismo 30 de diciembre. Al fin y al cabo, la intención de la banda no era romper el proceso, sino estimular la voluntad dialogante del Gobierno. Desde entonces, el Ejecutivo ha cortado más puentes con la oposición, de manera especialmente patética con las valoraciones de López Garrido, José Blanco y la vicepresidenta De la Vega. El ministro del Interior no dice nada y llama la atención su silencio en medio de tanto lío.
Es de temer que al presidente le vuelva a sonar bien la música de Otegi, después de hacer tantas protestas sobre las falsas acusaciones de que pensaba satisfacer el precio político que ETA pide por dejar las armas (o algo que se le parezca). ETA ha conseguido que primero sea la política y después la paz, justo al revés de lo que había prometido Zapatero, a ver por qué razón se va a negar a las palabras del presidente la propiedad conmutativa.
A lo largo de los próximos días veremos si entran al trapo, y quién es el primero, pero lo de Navarra empezó a estar muy oscuro un mes después del alto el fuego, cuando Carles Francino preguntó al presidente del Gobierno si el estatus político de Navarra iba a cambiar durante el proceso. Trescientas noventa y cinco palabras de respuesta. Ninguna de ellas era Navarra. Ocho veces invocó el nombre de Euskadi en una muestra apabullante de bullshit, en la que también incluyó la promesa de un replanteamiento del proceso constituyente. Lean y guarden.
debe recordarse que ETA decidió dejar de matar a finales de 2003. Es verdad que ETA no abandonó del todo su actividad terrorista, pero sí procuró evitar víctimas mortales. Por ejemplo, entre el 1 de enero de 2005 y el 22 de marzo de 2006, día del anuncio del alto el fuego permanente, se produjeron más de 45 atentados con bomba: hubiera bastado aumentar la carga explosiva o no haber realizado avisos para causar numerosas muertes.