Soy desde hace bastantes años atento lector de Antonio Elorza. Sus análisis son siempre de interés y dignos de lectura, a pesar, incluso, de la' cláusula PP', una torna que inevitablemente completa en sus artículos los más rigurosos juicios sobre la acción de Gobierno. Ayer convirtió dicha cláusula en coprotagonista de un artículo que, con el título de 'Justicia', publicó en El País. En el trata de la Italia cuyo Gobierno preside Berlusconi y la España cuya oposición rige el PP. Y de Garzón:
En España la magistratura fue uno
de los ámbitos donde permanecieron enquistados mentalidad y usos procedentes
del franquismo -ahí está algún miembro del Supremo, muy activo en el caso
Garzón y bien arropado, que no oculta sus ideas preconstitucionales(…)
El PP cuenta con suficientes piezas
afines en nuestra magistratura y con el coro beligerante de sus medios (último
blanco, Jiménez Villarejo, repitiendo la falsa cita acusatoria)
Vayamos a la falsa cita acusatoria. Vean ustedes la intervención de Carlos Jiménez Villarejo en la Complutense. El asunto que nos ocupa está a partir del minuto 7:50. Oigan los ataques al juez Luciano Varela y su instrucción del caso Garzón, a los jueces del Tribunal Supremo y a los jueces y magistrados en general, en refutación de una falsa cita del auto de Varela.
Es verdad que se ha citado con impropiedad la acusación de Villarejo al Tribunal Supremo. No es cierto que el ex fiscal atribuyera a los miembros del TS haber formado parte del TOP. Esto se lo atribuye a quienes él cree que Varela alaba en su auto por "la encomiable sensibilidad de jueces y magistrados respecto a los crímenes cometidos en la dictadura". Es de los jueces y magistrados pretendidamente sensibles de quienes dice:
"pero si formaron parte del TOP hasta el 76, por favor, si fueron cómplices hasta el último día de la Brigada Político Social..."
En este punto, Villarejo tuvo un problema de comprensión lectora. He aquí lo que escribió Varela en el auto del 2 de febrero de 2010 (no del día 3, como dice Villarejo en el video). Fíjense en la parte subrayada:
... el mismo querellado expresa no desconocer
que nunca antes en España había sido incoada una causa penal con el
objeto procesal que establece en su resolución. (...)
No es razonable pensar que nos encontráramos ante una
especie de conspiración de silencio de la que serían protagonistas todos
quienes le precedieron en el escalafón judicial y en el del Ministerio Fiscal,
por no citar a las organizaciones ciudadanas que, antes y después de la
Constitución, han mostrado una encomiable sensibilidad frente a la masacre y a
la tragedia que para los más elementales derechos humanos supuso la Guerra
civil y la dictadura que le siguió.
No es la sensibilidad de los jueces y magistrados, sino de las organizaciones ciudadanas, la que ponderaba el auto del juez Varela. Pero el propio periódico en el que Elorza publica sus artículos dejó constancia del salvaje ataque de Villarejo al Supremo: "Villarejo ha
acusado a los magistrados del Supremo de dar "un golpe brutal a la
democracia española convirtiéndose en instrumento de expresión del fascismo
español". En su ataque a los jueces y magistrados en general, deja esta perla: "si era tal la sumisión a la dictadura que no se atrevieron nunca a abrir una causa por torturas a lo largo de los 40 años..."
llegados a este punto cabe preguntarse qué hacía el denunciante frente a esos casos: Fue en la
Audiencia de Barcelona donde Carlos Jiménez Villarejo inició su carrera como
fiscal, el 1 de abril de 1962 y en ese cargo permanecía el 20 de abril de 1963 en que fusilaron a Grimau y el 17
de agosto del mismo año, en el que fueron agarrotados Joaquín Delgado Martínez
y Francisco Granados Gata por un atentado que no habían cometido y que sólo
había causado heridos leves.
No levantó
la voz entonces y esto habla a favor de su prudencia y su instinto de
conservación, pero ciertamente, no tenía una base moral ni biográfica adecuada
para acusar a nadie. Ninguno de los jueces del TS estaba en la
carrera entonces. Él sí. También pudo aprovechar el momento para explicar a los
anfitriones, sobre todo a Toxo Fernández, cómo denunció el proceso 1001, que el
20 de diciembre de 1973, sentó en el banquillo del T.O.P. a la dirección de
CCOO, condenada a penas de hasta 20 años de cárcel. No lo hizo. Qué
virulento, qué magníficamente insobornable, el antifranquismo sobrevenido.
Pocos meses después de
que él entrara en la carrera, Marino Barbero tomaba posesión de su cátedra de Derecho
Penal en la Universidad de Murcia, en 1963. Se negó a jurar los Principios del
Movimiento y aquel curso impartió su lección inaugural contra la pena de muerte.
Para hacer esto cuando
Franco hacía falta más coraje que para la soflama de Villarejo en el aquelarre
de la Complutense.
Marino Barbero fue el
magistrado del Supremo que instruyó el sumario de Filesa, el primer gran caso
de corrupción por la financiación ilegal del PSOE. El agit prop gubernamental
se cebó en él acusándole de insania mental. Yo también lo creí. Seguramente
Villarejo lo pensó mucho antes de que el contable Carlos van Schouwen tirase
de la manta, en aquel 1963. “Hace falta estar loco”, pensaría, al enterarse de
que, precisamente aquel año, el insumiso a los principios del Movimiento,
dedicó su lección inaugural en Murcia a un apasionado alegato contra la pena de
muerte. Porque él sí los juró, claro.