El juego de las mayorías evanescentes

Pie de foto.-¿Un tribunal representativo y una presidenta sostenible?

Ignacio Sánchez-Cuenca es un intelectual de la situación, que tiene entre sus méritos haber aplicado la teoría de juegos al análisis del terrorismo y haber regalado a este blog el distintivo de 'pirrónico'. También el de haber publicado el 5 de junio de 2006 una meritoria tribuna en El País, 'El proceso de paz y sus enemigos'. Léala aquí y compruebe el exquisito correlato entre las cábalas del profesor y los hechos. Sostenía Sánchez-Cuenca algo que se caía por su propio peso del título: si el Gobierno, al que apoyaban todos los grupos parlamentarios menos el PP, estaba en un 'proceso de paz' con ETA, los únicos enemigos de la paz eran los del PP, teoría que contó con un denodado defensor público en Boris Izaguirre.

Hoy vuelve a escribir una tribuna, también en El País, sobre el Tribunal Constitucional, '¿Por qué les dejamos decidir por mayoría simple?' cuyas conclusiones prácticas son las mismas que sacábamos el otro día de la presidenta del Tribunal Supremo de Venezuela: la separación de poderes es un coñazo.

La aportación de Sánchez-Cuenca es de naturaleza metodológica. Planteamiento:

"El Estatuto es una ley orgánica que ha sido ratificada por la casi totalidad de los parlamentarios catalanes, por la mayoría del Parlamento español y por los propios catalanes en referéndum".

Debe hacerse notar el concepto evanescente de mayoría que flota por el parrafito. "La casi totalidad de los parlamentarios catalanes" quiere decir que la aprobaron todos menos los diputados del PP y Ciutadans. "La mayoría del Parlamento español" quiere decir mayoría simple. La misma mayoría simple que él denuncia en el TC. Y los propios catalanes en referéndum eran menos de mitad de los catalanes en general. Los que la apoyaron, uno de cada tres catalanes.

El hecho de que el TC pueda pronunciarse con la misma mayoría que el Congreso de los Diputados (y bastante más cualificada que la del pueblo catalán en el referéndum del 18 de junio de 2006) le parece intolerable. El Constitucional debería decidir por unanimidad o por mayoría muy cualificada. Esto le parece así porque:

"Si los magistrados del TC no son capaces de ponerse de acuerdo entre sí y reproducen las mismas divisiones que hay en el seno de la sociedad, entonces deberían ser la ciudadanía y sus representantes quienes tuvieran la última palabra y no una muestra no representativa de 12 personas, por mucha preparación técnica que tuvieran".

Obsérvese el hermoso oxímoron que supone el párrafo. ¿Cómo puede afirmar al mismo tiempo que reproducen las mismas divisiones que hay en el seno de la sociedad y al mismo tiempo que no son representativos?

La conclusión natural es que en tal caso debe ignorarse el dictamen del TC. Él no se opone a que siga existiendo, a que sus magistrados sigan cobrando y sigan teniendo su sede y tal. La condición es que no empreñen. Sánchez-Cuenca no imagina que la condición de la independencia de los jueces debería ser, precisamente, su mucha preparación técnica y no su representatividad.